Los estragos que ha dejado la crisis sanitaria en el mundo, a propósito de la pandemia del Covid-19 nos ha hecho reflexionar sobre la necesidad de ser consumidores más responsables y sobre todo a reconsiderar algunos gastos, de acuerdo a los ingresos que se percibe.
Para elaborar un plan de gastos en casa es importante determinar de dónde proviene el ingreso y luego, todos los gastos que se van a generar de manera mensual. Lo primero es definir si en un hogar tanto el padre como la madre aportan económicamente, obtienen ingresos porque son dependientes laborales o independientes, para sumarlos y elaborar un presupuesto familiar.
Es importante diferenciar los gastos fijos de los variables, porque los primeros son valores que deben ser cancelados ineludiblemente cada mes, mientras que los segundos, pueden o no presentarse en un determinado período y sobre ellos podemos tener un mayor control.
En una familia parte de los gastos fijos son el pago de arriendo, el de la hipoteca o la cuota del préstamo; el pago de servicios básicos, pese a que su consumo puede variar en su valor, es parte de este tipo de gastos porque se lo cancela mes a mes. La educación es otro gasto fijo cuando se opta por el servicio particular. Si hubo un préstamo para la compra de un vehículo o de cualquier otro bien o servicio; ese es otro rubro que debe tomarse en cuenta en el gasto mensual, ya sea que se cancele una cuota fija o variable, puesto que dicho desembolso se realiza de manera mensual. Lo mismo sucede con la suscripción a Netflix, el servicio de Internet, de telefonía celular, entre otros.
Entre los gastos variables están el de la alimentación, aunque es fija en el sentido de que se necesita todos los meses; sin embargo, se la considera variable porque se la puede administrar, uno decide cuánto gastar, de acuerdo a la disponibilidad de ingresos. Se sugiere asignar un valor en función de un histórico de consumo previo en este rubro de alimentación. Si tiene un vehículo, el uso de combustibles es un gasto variable, al igual que el servicio de un gimnasio, entre otros.
Lo más importante es determinar cuál es la proporción de gastos fijos que necesita como individuo o cómo familia para cubrir cada mes. El presupuesto implica definir cuánto voy a gastar de forma real y revisarlo cada semana, para hacer un seguimiento y saber si se está sobrepasando de lo que se presupuestó, para inclusive estar al tanto de qué tipo de gastos se pueden prescindir.
El ahorro se lo debe considerar como un gasto fijo, el peor error es guardar lo que nos sobra. Por ejemplo, si el ingreso es de $1 000, se gastan $700 y se piensa recaudar los $300 restantes, eso no es lo adecuado; porque cada mes el gasto no será igual y habrá meses en los que no quede nada. Por ello, lo mejor es poner al ahorro como parte de un gasto fijo mensual. Los analistas financieros recomiendan ahorrar de un 10% a un 20% del ingreso total, pero no siempre es posible, eso dependerá de la circunstancia de cada caso. Pero sí hay que tratar de ahorrar una determinada cantidad. Después de designar este ahorro, lo que queda se lo puede gastar o invertir.
Con las tarjetas de crédito hay que tener mucho cuidado sobre todo en nuestro país, porque las mismas administradoras de crédito son las que constantemente están “entregando” tarjetas de crédito. Esto debido a que disponen de información de los clientes del sistema financiero del historial crediticio de los clientes. Primero, hay que tener mucho cuidado y analizar si se acepta una tarjeta de crédito así como cuántas tarjetas puede manejar. Una de las cosas importantes a tomar en cuenta es que la tarjeta de crédito es eso, un crédito, no es un alargue de nuestros ingresos; muchas personas creen que al tener una tarjeta de crédito cuentan con ingresos adicionales, cuando lo que tienen es una facilidad para comprar, pero al fin y al cabo tendrá que pagar esa compra y hacerlo con los mismos ingresos que recibe ahora. Al tener varias tarjetas de crédito el riesgo es mayor, porque si una tarjeta ya no tiene cupo, simplemente se utiliza otra y eso significa no ser un consumidor responsable.
Sin embargo, la emergencia sanitaria a causa de la pandemia nos ha hecho ver la importancia de evaluarnos financieramente, qué tan saludables estamos, cómo manejamos realmente las finanzas y si somos consumidores responsables en función de los ingresos que disponemos. Aún si se cuenta con los ingresos suficientes, no se puede hacer un uso inadecuado de lo que queda. Lo ideal es contar con una tarjeta de crédito que genere beneficios importantes, en términos de pago y con bajos costos de mantenimiento, que es otro asunto a considerar en el manejo de tarjetas de crédito.
La tarjeta de crédito no se la debe utilizar para consumo de gasto corriente, por ejemplo si hace la compra mensual de productos de primera necesidad, no es aconsejable pagar ese gasto corriente con tarjeta y diferirlo a tres meses o más, porque ese es un gasto que se va a generar todos los meses. Es decir el siguiente mes volverá a comprar y a pagarlo con tarjeta, lo cual genera un círculo vicioso de endeudamiento.
Un crédito por ejemplo se lo adquiere con el fin de comprar una casa, para un negocio, para adquirir un vehículo, pero no para pagar las cuentas del supermercado, es el mismo criterio que se utiliza con la tarjeta de crédito, porque son montos pequeños que a la larga se van aumentando. Por otro lado, y como ha sido evidente ahora por razones del confinamiento, ha surgido la necesidad de adquirir computadores, laptops y otro tipo de implementos tecnológicos con el fin de cubrir estas necesidades que demanda el teletrabajo y el estudio desde casa; estos gastos si pueden ser cancelados haciendo uso de la tarjeta de crédito, puesto que se convierten en una inversión más que en un gasto per se.
Saber administrar una tarjeta de crédito es parte de una educación financiera básica, que nos permita ser consumidores más racionales que emocionales, y así contar con una libertad financiera futura. Lo importante es valorar la verdadera necesidad de consumir ese producto o servicio.
El refinanciamiento depende mucho de cada caso. Si una pareja a propósito del confinamiento, uno de ellas se quedó sin empleo y era la persona que más aportaba y pagaba ese crédito, la que sigue con empleo deberá cubrir todos los gastos del hogar y volverá a hacer el presupuesto, para analizar si sus ingresos alcanzan o no a cubrir la deuda. En lo posible deberían seguir haciéndolo porque cuando se hace un alargamiento sobre todo de créditos hipotecarios, qué es lo que más genera un refinanciamiento de deuda, al final se termina pagando mucho más del costo real de esa vivienda, por el interés que dicho crédito genera. También se sugiere hacer una revisión del presupuesto para analizar qué servicios se puede prescindir. Si luego de revisar el presupuesto se evidencia que el ingreso actual no alcanza a cubrir los gastos, se debería considerar el refinanciamiento de las deudas, priorizando aquellas que son de corto, mediano y largo plazo. La lógica general dice lo siguiente: si se puede seguir pagando las deudas hágalo. También se podría analizar si se tiene activos que se puedan vender, por ejemplo una bicicleta que ya no usa, cosas que ya no utilice y estén en buen estado… para generar un ingreso por la venta de dichos artículos.
La educación es importante, hay que buscar mayor información de cómo manejar nuestras finanzas no solamente por la pandemia que nos ha pegado fuerte a todos y nos ha hecho reflexionar sobre el tipo de consumidores que somos. Analicemos las necesidades que tenemos de consumir cosas, ser consumidores más responsables, necesitamos ser más conscientes con el uso de los pocos o muchos recursos que tenemos y empezar a educar a nuestros hijos también con el uso de estos recursos.
Empecemos a generar un comportamiento y una cultura de ahorro aunque sea mínima. Cuando hablamos de ahorro no solamente es de dinero, hablamos de ahorro en consumo de luz, de agua, en consumo de nuestros mismos productos o alimentos, un ahorro en tiempo, entrar en esa cultura que a la larga nos permita generar y tener una buena salud y libertad financiera.
Empecemos a ser consumidores conscientes y responsables, a consumir lo que realmente necesitamos para vivir, utilicemos más nuestra razón al momento de consumir, valoremos el esfuerzo que damos para conseguir nuestros ingresos y con ello seamos más responsables cuando gastamos el dinero.
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