Ecuador es un país de riesgos, propenso a desastres naturales que pueden provocar caos. Estamos en el Cinturón de Fuego del Pacífico con placas tectónicas que se mueven de forma inesperada y rodeado de volcanes que pueden ofrecer un espectáculo maravilloso cuando el cielo está despejado. Ni los volcanes ni los terremotos avisan cuando van a llegar, de ahí la importancia de mantener un monitoreo permanente de zonas clave, como los volcanes en actividad o sistemas de alerta sísmica temprana que permitan una actuación rápida de los organismos de socorro para minimizar los daños, porque son inevitables.
México y Chile, dos países con mucha actividad sísmica, se vieron obligados a trabajar en esos sistemas de alerta hasta minimizar al máximo las consecuencias de un terremoto o de un posible tsunami. Estados Unidos tiene todo un sistema que permite el seguimiento de la formación de tormentas y huracanes, al igual que su dirección.
La emergencia provocada por la nueva erupción del volcán Sangay fue advertida desde la madrugada del domingo por el Instituto Geofísico, lo que permitió a los organismos de socorro actuar desde temprano. No se puede detener la ceniza, pero sí activar planes en pos de minimizar los daños.
Fue una columna de 10 kilómetros, sobre la base del cráter, formada con la expulsión de ceniza desde la madrugada del domingo. El promedio desde mayo de 2019 había sido de entre uno y tres kilómetros. Tal vez hubo mucha lava que ninguna cámara de los sistemas de monitoreo pudo captar por la misma densidad de la nube de ceniza. Sin embargo, en las redes sociales comenzaron a circular fotos antiguas como si fueran las del momento del domingo. Fake news es que le llaman.
Las primicias sobre desastres naturales poco ayudan a un sistema de emergencia abarrotado por la pandemia y ahora por la ceniza del Sangay en un proceso de erupción que puede durar años, como lo fue con el volcán Tungurahua, cuya erupción se volvió hasta en un atractivo turístico con el pasar del tiempo. La desinformación es uno de los peores males en la carrera por dar el golpe primero en casos de desastres naturales.
No hay que tener miedo a las pausas en la entrega de información, pero tampoco es soportable que de este tipo de tragedias intenten aprovecharse políticos en el exilio como el expresidente Correa que en un gesto demasiado vil acusó al Gobierno de las consecuencias de un desastre natural, de la erupción del volcán Sangay, como si alguien le hubiera acusado de provocar el terremoto del 2016.
Los cuestionamientos a su gobierno llegaron por el manejo de la crisis, como cuando iba con megáfono en mano por las calles amenazando con la prisión a quienes pedían ayuda, y porque dejó a Manabí y Esmeraldas en el abandono y con obras con sobreprecios, como el hospital inconcluso de Pedernales.
“Lamento mucho la ceniza que ha caído por la actividad del Sangay. Esto afectará mucho más a un agro ya destrozado, y la inoperancia del Gobierno es proverbial. Por favor, resistan. Esta pesadilla pronto acabará. Recuerda: tu voto es tu mejor arma”, escribió el expresidente en su cuenta de Twitter.
Entonces el voto acabará con la pesadilla del volcán Sangay, según el expresidente; el voto acabará con la pesadilla del coronavirus. Hay una forma miserable de hacer política y también hay otra forma aún más miserable. El voto acabará sí, con otras pesadillas, con los sueños del poder eterno de los redentores de papel.
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