En plena crisis mundial por el coronavirus, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha recordado que la obesidad es la otra gran pandemia del siglo XXI que hoy se conoce con el término ‘globesidad’. Desde el año 1975 las personas obesas, prácticamente se han triplicado en todo el mundo. En el año 2016, más de 1.900 millones de personas mayores de 18 años tenían sobrepeso y más de 650 millones sufrían de obesidad.
De esos 1 900 millones de personas, el 13% ya eran obesas porque a nivel de salud los profesionales miden el Índice de Masa Corporal (IMC), para diagnosticar sobrepeso y obesidad. Esta última a su vez se divide en varios tipos de acuerdo a los grados (1, 2, 3 y 4).
Sin embargo, la obesidad no se presenta sola, sino que permite el desarrollo de enfermedades crónicas no transmisibles, por tanto si se incrementa la una lo hacen también las otras, aumentando el riesgo de morbilidad y mortalidad, es decir no llevan solamente a disminuir la calidad de vida sino inclusive a la muerte.
En Ecuador tenemos las cifras desde el 2012 a raíz de la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud. La encuesta indica que a nivel nacional el 62,8% (que correspondían a 4 854 363 personas), tenían sobrepeso y obesidad. Las mujeres tenían un mayor porcentaje de obesidad (26,7%) y los hombres más alto el sobrepeso (43,4%). Todas las regiones del Ecuador presentaron una prevalencia de sobrepeso y obesidad elevada. Sin embargo, la que lideraba la lista era las Islas Galápagos, con el 30% y 27,2%, respectivamente. Mientras que la costa urbana registró el 23,3% de obesidad, una cifra elevada si se toma en cuenta el promedio nacional del 25%. En otros resultados se indica que las enfermedades isquémicas del corazón, la diabetes, enfermedades cerebrovasculares e hipertensivas todas ellas complicadas por la obesidad ocupaban los primeros lugares como causa de muerte.
Es importante recalcar que desde el 2012 hasta la fecha se registra un incremento en el sobrepeso y obesidad, a nivel nacional y el problema se generaliza a nuevos grupos etarios, antes se presentaban principalmente en adultos y adultos mayores, ahora se ha extendido inclusive a los niños.
En estas zonas específicas se debe hacer una intervención considerando que entre los 40 y 49 años tenemos un pico entre sobrepeso y obesidad del 77,3% para las mujeres y 63,2% para los hombres, lo cual es alto. La encuesta se repitió en 2018 y aún se espera la publicación de los resultados.
Hablamos de un problema en crecimiento que se ha estudiado no solo a nivel mundial sino regional. El estudio ‘Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en América Latina y el Caribe’ del 2019 topa datos de varios países y evidencia dos extremos, pues todavía no se ha acabado con la desnutrición, pero hay un constante crecimiento del sobrepeso y obesidad, en unos países más que en otros. Con respecto al Ecuador, las cifras muestran que en el 2018 el 6,5% de la población regional vive con hambre; pero el sobrepeso y la obesidad crece en niños menores de cinco años porque a nivel de América Latina y del Caribe las cifras han pasado del 6,2% al 7,5% desde 1990 hasta el 2018. Ya no sólo se habla de sobrepeso y obesidad en los adultos, ni en personas de 50 años en adelante, sino de niños menores de cinco años. Sin contar con que a nivel de las Américas y del Caribe, el sobrepeso y la obesidad pasó del 42,7% al 59,5%, lo cual se traduce en 262 millones de personas de la región. Es un problema general.
Todos los estudios están en conocimiento de instituciones que tienen impacto a nivel mundial como la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la OMS. En 2018, la FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, elaboró las Guías Alimentarias basadas en alimentos del Ecuador (GABA), una herramienta que contiene los alimentos que se deben consumir considerando la producción local. El Ecuador tiene suelos muy ricos con una naturaleza privilegiada y esa situación debemos aprovecharla.
La cuchara alimenticia (imagen de las GABA), como se denominó a este instrumento de la FAO, se determinó considerando nuestros productos, las cantidades que se pueden consumir y cómo, el contenido de los alimentos y valores de carbohidratos, proteínas y grasas. Todo para tratar de combatir el problema. No es fácil realizar país por país este tipo de estudios, consolidar los resultados y tratar de encontrar soluciones consensuadas para compartirlas con las autoridades y generar mejores y nuevas políticas de salud.
La difusión de publicidad que se pueda hacer desde todo punto de vista, desde la Academia, las asociaciones de profesionales, investigadores, el Ministerio de Salud Pública y otras instancias, respecto de una buena alimentación tiene que ser óptima, para solucionar este problema mundial.
Cuándo se habla de obesidad se habla de un aumento de la ingesta, pero usualmente va ligada a disminución de la actividad física por lo tanto incremento del sedentarismo.
En la actualidad situaciones muy comunes, como el hecho de qué papá y mamá laboren, e inclusive tengan 2 trabajos en lugares distintos, no les da tiempo para preparar sus alimentos en casa y deben consumirlos fuera, con horarios irregulares. A ello se suma un alto nivel de estrés, lo cual es muy común ligarlo a la ansiedad que los induce a comer lo que consideran les ayuda a calmarla. El no tener tiempo por las múltiples actividades que se realizan no les permite tener un horario para realizar ejercicio, cuando lo óptimo sería ejercitarse de 30 a 45 minutos diarios.
Otra situación a tomar en cuenta es que el 63,7% de la población vive en el área urbana, muy probablemente con un trabajo de oficina, lo cual significa poco movimiento. Los trabajos cada vez requieren más del uso de las tecnologías, el progreso digital va de la mano de la innovación en educación, lo que de alguna forma conlleva a la disminución del movimiento.
La mayor parte de las edificaciones tienen escaleras eléctricas y ascensores, cada vez se crean mayores elementos de comodidad que disminuyen el requerimiento de actividad.
Un punto de cambio podría ser en lugar de conducir pequeñas distancias en el vehículo, se debería caminar y agregar esto a la rutina diaria; poco a poco tratar de consumir alimentos más sanos, preparados en casa. Cuando comemos fuera de casa una de las elecciones principales son las frituras, no consideramos que el aceite que se utiliza satura a los pocos minutos de calor y difícilmente lo eliminan después de 15 minutos, para colocar uno nuevo, en su lugar lo siguen reutilizando por ello aparecen las grasas saturadas. Es necesario consumir alimentos con la adecuada cantidad de sal, con grasas más saludables y agregar ensaladas, así se va a notar una mejora de la salud e inclusive una disminución de peso.
La economía tiene mucho que ver. A veces se consume lo que más barato resulta para el bolsillo y tal vez, un combo de papas fritas con gaseosa y una presa de pollo resulta más económico que un almuerzo con ensalada que de pronto cuesta el doble o el triple.
Sin embargo, es necesario un cambio en el estilo de vida. Desde la Carrera de Nutrición y Dietética, de la UCSG, y desde otras instituciones se están realizando estudios para saber qué es lo que está pasando con los hábitos alimenticios durante la cuarentena. Hay muchas personas que están haciendo teletrabajo y preparando los alimentos en casa. Tratamos de ver desde qué punto ha cambiado el criterio, la mentalidad, las costumbres y cuando se retorne a la nueva normalidad, hasta qué punto se ha generado un cambio en nuestro estilo de vida.
Desde las instituciones educativas se debe colaborar con compromisos, pero las instituciones del Estado deben facilitar información y conocimiento a quienes elaboran la comida, porque es necesario reducir la epidemia del sobrepeso y obesidad. Se necesita un trabajo en conjunto que permita hacer una conciencia general y llevar este tipo de educación nutricional a todos los niveles. Es un problema que está pasando de generación en generación, ya ha llegado a todos nuestros grupos etarios y el problema no se podrá controlar, sino se hace algo. La educación en alimentación es crucial en la población para disminuir los índices de anemia, para mejorar la talla porque si el niño no crece es porque no está bien alimentado y necesita cubrir su demanda, su requerimiento de energía con los nutrientes adecuados, no se trata solamente de cantidad sino de calidad. En cuanto a la alimentación, algunos estudios han detectado una disminución en el consumo de frutas y vegetales y en su lugar, un incremento en el consumo de cantidades excesivas de grasas saturadas.
En los niños se deben fomentar los buenos hábitos como la actividad física. El confinamiento no es excusa, hay diversos talleres virtuales que la promueven.
Si bien las clases en la Sierra y la Amazonía que están próximas a iniciarse, serán en línea, se deben aprovechar los recesos para fomentar el consumo de frutas, también son indispensables las comidas principales: desayuno, almuerzo y merienda en un determinado horario, con las cantidades adecuadas. Hay que tratar de evitar en la noche alimentos muy cargados y un excesivo consumo de carbohidratos como el arroz y el pan. No es que sean malos, pero sí lo son los excesos. Encontramos un bajo consumo de proteínas, lo mejor es tratar de consumir las cantidades adecuadas repartidas dentro de las comidas principales y para las medias mañanas y medias tardes, ingerir una fruta.
Muchas veces lo bonito y llamativo atrae y esto ha generado un aumento en el consumo de alimentos ultra procesados. En otros países, todavía no el nuestro, más del 50% de alimentos que se consumen a diario son ultra procesados.
Aquí debemos encontrar un límite y fomentar el acceso de los alimentos naturales. Un aumento del consumo de frutas y verduras, la disminución del consumo de grasas saturadas y el incremento de actividad física son puntos principales para mantener la salud y evitar la enfermedad.
Cuando van pasando los años nuestro requerimiento energético disminuye y cambia todo el cuerpo. Las células trabajan de forma distinta todo es cronológico y viene con la edad, conforme pasan los años uno tiende a no controlar ciertos alimentos de la ingesta. Tal vez se requiere un poquito más de calcio y se recomienda el consumo de alimentos que lo contienen, para la masa muscular se requieren proteínas.
Sin embargo, las sugerencias no deben ser poblacionales sino individuales porque todo depende no sólo de la edad y del sexo, sino del tipo de actividad de cada uno. Por ello, se recomienda que por lo menos una vez al año como mínimo se acuda a una consulta médica para encontrar hallazgos y cualquier situación de salud, que ya se vaya poniendo en evidencia, se piense en el nutricionista como eje de prevención. No se debe esperar que se manifiesten signos y síntomas para saber si uno está enfermo, es importante la prevención.
Acudir al nutricionista ayuda en la revisión de la composición corporal es decir la masa muscular, el porcentaje de grasa (si se encuentra aumentado o dentro de lo normal), y también permite determinar la cantidad de agua que debe tener. Estos profesionales son los que pueden determinar o detectar cuáles son las cantidades precisas que una persona debe consumir de proteínas, carbohidratos y lípidos en relación con el peso, talla, edad, actividad física o si padece de alguna enfermedad, así recibirá las recomendaciones necesarias.
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