El escenario político para las elecciones presidenciales del 2021 son atípicas por varias razones. La primera, el contexto internacional de la pandemia del COVID-19 pone sobre la mesa tres aspectos importantes:
Primero: la imposibilidad de los ciudadanos de hacer política de manera tradicional, ya sea de los candidatos, de los partidarios o del ciudadano de a pie (textualmente hablando) y con ello me refiero, al ciudadano que cuando camina encuentra o recibe mensajes políticos que le llamen a la reflexión y le otorgue insumos para tomar una decisión. En época de pandemia, eso no es posible.
Segundo: el confinamiento no permite que se visiten diferentes lugares para tener contacto visual con la campaña y despertar el interés por indagar más allá de lo que se dice sobre los candidatos.
Tercero: en época de confinamiento tenemos menos relaciones sociales. Estos contactos son muy importante para que los ciudadanos participemos en debates y compartamos información que nos permita tomar decisión informada. Esa es la primera consecuencia de la pandemia y del confinamiento.
La segunda consecuencia de la actual situación es que las familias en el confinamiento hemos regresado a ver qué hemos hecho, los ciudadanos hemos realizado una reconsideración de nuestras prioridades en cuanto a lo que implica el buen vivir, el bien común y la felicidad.
Ahora los ciudadanos independientemente de nuestra condición socio-económica, grupo etario o lugar de origen, valoramos cosas que antes no eran esenciales y ahora lo son. Antes era muy importante una carretera, un puente, una escuela como estructura física; hoy consideramos que más importante que la infraestructura física es tener acceso a la educación, a la tecnología y a la computadora. En este momento, más importante que un puente físico es fundamental que un niño cuente con un adulto en casa que pueda servir de puente entre el docente y el currículo. Antes se consideraba primordial que el profesor cuente con un título de cuarto nivel, ahora es importante que el profesor esté preparado para el uso de herramientas tecnológicas y pueda vincularse con el estudiante de manera virtual no sólo en la parte pedagógica sino también humana.
Frente a esto, hoy no basta con tener una casa, sino que necesitamos un hogar donde haya acceso a la Internet y espacio para hacer teletrabajo y tele-educación. Antes se consideraba importante la campaña con mítines, con espectáculo y con show, ahora es necesaria una campaña que llame a consolidar los valores familiares y a retomar la paz. Antes era importante garantizar la seguridad frente a la delincuencia común, ahora se considera importante consolidar la seguridad familiar y el derecho a la salud.
En ese ámbito se han reconsiderado las prioridades en las que debe centrarse la agenda pública y eso permitirá tener una percepción diferente de la política.
La tercera consecuencia de la pandemia es la forma en la que se llevará a cabo la campaña política, que no estará basada en mitines numerosos, es decir ya no se va a medir la aceptación de un candidato por quién congrega mayor cantidad de personas, sino por quién es tendencia en redes sociales en un momento determinado. Por lo tanto, los discursos políticos cambiarán por mensajes cortos y cápsulas publicitarias para mantenerse en buen nivel en las encuestas y mantenerse en la contienda política.
Estas son las consecuencias de la pandemia y lo que nos lleva a un escenario particular de la campaña política en las próximas elecciones.
Otro contexto que determina el escenario político del momento es la crisis ética que existe en la palestra pública del país. La mayoría de ecuatorianos en edad de votar, está consciente de que la corrupción es un mal que ha trastocado a todo el país y está presente en la médula de la sociedad. Eso, sin duda, determinará la legitimidad que tenga un político para presentarse ante un público, que rechaza la corrupción y espera escuchar sus estrategias para combatirla de una manera efectiva.
Ese es el contexto de la campaña actual, que la vuelve muy particular en el mundo entero y en cualquier país debido a la pandemia y que en el Ecuador por el tema de la corrupción se vuelve todavía más especial.
La política en el país ha cambiado, luego de 10 años de correísmo caracterizado por un sistema de gobierno hiper-presidencialista, en el que la agenda pública se diseñaba de arriba hacia abajo y muchas veces las directrices se daban en una sabatina. Estas directrices, en muchas ocasiones incluía la agenda de otras funciones del estado más allá del ejecutivo, como es el Poder Judicial, Electoral y Legislativo.
En este sistema hiper-presidencialista, el presidente era la figura más importante y la Asamblea no tenía un mayor rol protagónico, lo cual era públicamente conocido, y en la opinión pública, los asambleístas en muchas ocasiones se limitaban a aprobar leyes y procesos sin mayor debate.
Luego pasamos a un modelo mas incluyente en donde cada uno de los poderes del estado toma decisiones autónomas, como debe ser. Los gobiernos seccionales deciden en cada una de su jurisdicción, muchas veces de forma opuesta al gobierno central. Se nota una independencia del poder electoral por las decisiones que ha tomado la presidenta de ese organismo y que ha provocado una división del Pleno. La Corte Constitucional toma decisiones que en más de una ocasión han sido contrarias a la voluntad del Ejecutivo.
Esto nos lleva a reflexionar, que en la actualidad tenemos que ver, no únicamente quiénes son los candidatos para presidente de la República para entender hacia dónde va el país, sino quiénes son los candidatos para asambleístas y podrían tener la dirigencia de las diferentes bancadas políticas de la Asamblea Nacional. Es por esto que, dentro de cada partido o movimiento político, todavía se está pensando de manera paralela, quien sería su candidato presidencial, quién su candidato a la Asamblea y qué posibilidad tendría para llegar a presidirla.
Tenemos partidos políticos importantes pero, lamentablemente, ya no quedan muchos en el Ecuador, porque el resto son movimientos. Uno de esos partidos es el Social Cristiano, y de acuerdo a cómo se impulse en las próximas elecciones, puede consolidarse o desaparecer. Todo dependerá de quien postule el PSC como candidato para presidente de la República, si es alguien de su propio partido o se unen a otro candidato como por ejemplo el ex vicepresidente Otto Sonnenholzner.
Por otro lado, los seguidores del ex presidente Rafael Correa, continúan siendo un grupo electoral importante por lo que queda por conocer quién y con qué partido será el candidato correísta.
A partir de las definiciones que estos dos grandes grupos políticos presenten en los próximos días, las otras fichas del ajedrez político tomarán sus posiciones definitivas y sólo a partir de ello podríamos empezar el gran juego político y definir el futuro del país. Lo que sí está claro, es la ausencia de liderazgo que mueva las fichas de manera estratégica.
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