La música, entre sus tantas definiciones es un arte que podemos percibir a través de los sentidos y tiene incidencia sobre nuestros procesos mentales, sensaciones y percepciones es decir, sobre nuestra psiquis. En esta época de crisis global en la que hemos sido confinados en nuestros hogares, se ha sentido la necesidad de consumir más música para sobrellevar los diversos momentos y regular nuestros estados de ánimo y emociones. Sin embargo, como casi todas las industrias, la musical, ha recibido los estragos de la parálisis mundial obligatoria. Al ser parte del mercado del entretenimiento, y al existir la prohibición de la aglomeración social, muchas actividades musicales han sido y siguen afectadas: teatros y tiendas de música cerradas, conciertos suspendidos, lanzamientos de discos y videos musicales aplazados, ceremonias de entregas de premios canceladas, fiestas y todo tipo de evento social en el que la música era protagonista, han quedado sin posibilidad de realización; es decir un verdadero caos para todos quienes de alguna u otra manera movemos la industria musical local.
El oficio más realizado en el área de la música es el llamado “performer”, que traducido a nuestro idioma es el intérprete, o músico de eventos sociales; pero al prohibirse estos eventos por motivos de la pandemia, muchos han sido afectados, pues esta actividad para muchos representa el sustento primordial de sus economías. A inicios del confinamiento muchos músicos compartieron su música en los balcones de sus casas, y a través de plataformas como: Facebook e Instagram la música se difunde a gran escala como un remedio para aliviar el alma, del mundo azotado por un virus sin precedentes. Surge entonces la necesidad de un cambio en este oficio donde música, tecnología y comunicación se relacionan con más fuerza para subsistir, desarrollarse y permanecer en los nuevos tiempos.
La tecnología ha revolucionado todas las áreas desde que llegó al planeta y uno de sus principios es el de minimizar y optimizar los procesos; si antes se necesitaban muchas herramientas para producir, ahora se han reducido y mejorado. Los “Home studio” han permitido que sea posible obtener productos musicales de buena calidad, con una menor cantidad de recursos que los utilizados en los grandes estudios.
La necesidad nos ha llevado a ser más audaces, más curiosos, más capaces de lograr otras resultados. Una forma de comunicación que ya existía, pero que se ha desarrollado exponencialmente en esta pandemia es el fenómeno de las “redes sociales”, y mientras más relación tenga el producto musical con las redes, atraerá a un mayor número de consumidores. Para ello, es necesario la transdisciplinariedad de la música con las demás artes. Un ejemplo: Si un músico quiere dar a conocer una obra de su autoría, lo primero que hace es grabarse y para ello define una locación, escoge la iluminación, determina los planos, desarrolla un pequeño guión o historia, en fin… estamos hablando de principios técnicos del audiovisual; luego determina cómo lograr obtener un sonido de calidad, utiliza interfaces, microfonía según el instrumento, graba y edita el audio, que son principios técnicos empleados en la producción musical. El reinventarse es esa exploración sobre lo que hago y cómo lo adapto al nuevo entorno para mejorar nuestras posibilidades y seguir aportando e incidiendo en el mercado musical.
Sin duda, la industria musical ya cambió y lo seguirá haciendo, las presentaciones se están trasladando al entorno digital, lo que alguna vez fue un planteamiento extraño hoy se han vuelto realidades: serenatas online, conciertos y recitales en streaming, las campañas de música desde casa, hasta las fiestas con auspicios de la empresa privada. Es tal la influencia de la industria musical que la ONU y sus agencias han decidido aliar fuerzas con la industria musical a través de diferentes propuestas como la del cantante colombiano Salomón Beda, quien firmó un acuerdo con la OPS por el cual el artista cede las regalías de su nueva versión del tema musical “Pa’alante”, para combatir la pandemia del nuevo coronavirus 2019, o en UNICEF, a través de Pablo Alborán y su canción “Cuando estés aquí”, escrita por el artista en confinamiento; y no podemos olvidar el megaconcierto en línea “One World: together at home” (Un solo mundo: juntos desde casa) de la OMS, evento histórico que ha conseguido recaudar más de $125 millones estadounidenses gracias a artistas como Juanes, Luis Fonsi, Maluma, Anitta y J Balvin. Propuestas similares tienden a replicarse en nuestra escena por efectos de globalización y necesidad de reactivación, pero es necesario mencionar que el rol de los gobiernos y municipios es fundamental para lograr un desarrollo real y sostenido de la industria. Se necesita que se reactiven o se adapten las propuestas como: las convocatorias públicas nacionales del Instituto de Fomento de las Artes, Innovación y Creatividades – IFAIC, el del Fondo Fonográfico del Ministerio de Cultura, los festivales como Musimuestras y FAAL (Festival de Artes al Aire Libre) de la municipalidad de Guayaquil, el concurso de jóvenes solistas de la Orquesta Sinfónica Nacional, entre otros.
La industria del entretenimiento no se detendrá y mientras se logre esa fusión con las demás artes, su demanda será mayor. Las artes visuales están desarrollándose en diversas plataformas y la música es un complemento indispensable, la creación sonora no se ha detenido y seguirá creciendo. La producción musical se verá beneficiada, sin embargo, en la actual coyuntura es necesario que la industria tome conciencia que debemos trabajar más unidos a pesar del distanciamiento; la mejor manera de salir adelante es juntos, solo así lograremos poner fin a la pandemia más grande que es el conformismo, y avanzaremos hacia una nueva sociedad.
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