El coronavirus sigue marcando la agenda del día a día, con reflexiones desde el punto de visto ético y filosófico sobre lo que ha significado esta pandemia para la humanidad y el ser humano hasta la explicación técnica de las leyes aprobadas en Ecuador por la Asamblea para obtener recursos en un Estado quebrado tras diez años de derroche y tres años de pagar deudas voluminosas e intentar tapar goteras. ¿Cuáles son las claves para estar saludable? ¿La realidad supera la legalidad? ¿Por qué el distanciamiento social es la confirmación de la ruptura con el otro? ¿Cuál es el juego político que se evidenció en la Asamblea? Una semana que concluye con el inicio del último año de un Gobierno que llegó a marcar un antes y un después con el correísmo. ¿Acorralado?
El 24 de mayo de 2017, después de un fastuoso desfile estilo militar con granaderos de Tarquí en caballería, y un presidente todavía en funciones, montado en un jeep verde descapotable, seguido por carros blindados y una guardia pretoriana, mirando el horizonte a lo largo de la avenida Gran Colombia, comenzaba el fin de un período de más de diez años de teatro del absurdo, donde las víctimas eran victimarios; donde la verdad era la mentira; donde la austeridad era el derroche; donde la honestidad era el no delatar al jefe… Con ceremonias en las que hubo gran derroche.
Lo del derroche lo dice un contrato entregado a la Empresa ProStatus S.A., el REMREMH-09-2017, adjudicado bajo la modalidad de régimen especial por el Ministerio de Relaciones Exteriores, por nada más y nada menos que 900 mil dólares, casi un millón de dólares para tarimas y tantos etcéteras gastados en un día. Para un día de ceremonias y despedidas.
Tres años después las cosas son diferentes, con una ceremonia virtual del informe del Presidente y con un expresidente tratando a toda costa de volver al poder perdido, con todo tipo de parlantes y estratagemas, como el anunciar el abandono del poder de Lenín Moreno por haber firmado un decreto de orden administrativo. Y la amenaza de que octubre volverá, su octubre, como su tren. Porque nada era para el país, todo siempre fue para él. Para el Ecuador, las deudas; para él, la bonanza y la farra.
Lenín Moreno llega a su último año de Gobierno después de superar un intento de golpe de Estado en octubre de 2019, cuando el país perdió 821 millones de dólares durante diez días del llamado paro nacional: cerca del 7% de los $12 mil millones en pérdidas registradas en el país por la emergencia sanitaria del coronavirus, con más de dos meses de paralización de la economía interna y externa y un desplome de los precios del petróleo a niveles nunca antes vistos.
Esa es la dimensión de los daños provocados por el paro de octubre que sumieron a muchas empresas al borde de la quiebra y que cuando intentaban recuperarse les llegó el virus. Ahora a ese virus se quiere sumar la amenaza de la desestabilización, con nuevos pedidos de renuncia del Presidente para que asuma el Vicepresidente y así anularlo políticamente en las próximas elecciones. ¿Quién no ve esa realidad en ese discurso? Mientras el correísmo comienza a sumar en sus ataques al Presidente al Vicepresidente, porque lo ve como una amenaza en sus deseos de volver al poder. Sendas paralelas.
Un octubre que es revivido ahora como un fantasma, el virus capaz de aniquilar y anular una sociedad, sin una vacuna a la vista. ¿Y si el ser humano es el virus del planeta Tierra?, se preguntó el cineasta Hirokazu Kore-eda. ¿Cuál es el virus y el enemigo invisible del Ecuador y América Latina? ¿La corrupción o la impunidad? ¿Por qué hay tantos defensores de las llamadas empresas públicas ecuatorianas que contribuyeron a la ruina del Estado con el dejar hacer, dejar pasar?
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