La generación de productos para la alimentación de las poblaciones es un componente básico, para garantizar y satisfacer las necesidades vitales, como lo es la nutrición.
Las Naciones Unidas (1948) reconoce, mediante Declaración Universal de los Derechos Humanos, el derecho a la alimentación. Posteriormente en el año 1993, el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial, define a la seguridad alimentaria como el acceso económico y físico de todas las personas y en todo momento a los alimentos (FAO, 1983). La accesibilidad física social y económica a alimentos suficientes, seguros y nutritivos para satisfacer todas las necesidades dietéticas y preferencias culturales en cuanto a los alimentos, a fin de llevar una vida activa y saludable (FAO, 1996).
Ante lo expuesto, se recalca, la importancia que tiene el tema alimentario para la humanidad y la necesidad de comprender que la Soberanía Alimentaria, prima, ante la seguridad alimentaria, lo que significa, que las poblaciones que tienen producción familiar, que incluye tipo y variedad de alimentos, ahora mismo ante la presencia de Covid-19, están siendo menos susceptibles o están sufriendo menos, que los que tienen o viven de la agricultura de exportación.
En nuestro país, cerca del 70% de la agricultura, se basa principalmente en participación de manera activa por el grupo familiar campesino en el desarrollo actividades agrícolas y pecuarias, producción que abastece a los mercados locales; por lo tanto, el posicionamiento de la agricultura familiar campesina, debe ser fortalecida y dignificada, a través de la revitalización del campo y del agro.
Ante la pandemia del Covid-19 y emergencia sanitaria en que nos encontramos, las medidas de seguridad que se han tomado como cuarentena, cierre de fronteras, restricción del transporte, cierre parcial de mercados y demás acciones decretadas, la cadena de suministro y comercio de alimentos, y no necesariamente, por razón de que no existe oferta de productos, todavía la disponibilidad de alimentos no es problema, más bien es el hecho de que muchas personas o consumidores tienen miedo de salir y ser contagiados por el virus, que ahora mismo está siendo una amenaza, situación que influye a que la población se limite a consumir alimentos nutritivos, esto en el mejor de los casos; sin embargo, el impacto económico del coronavirus es muy preocupante y su magnitud es todavía incierta.
La desaceleración en la economía puede empeorar la inseguridad alimentaria, ya que limita la capacidad de las personas para acceder a alimentos nutritivos de diferentes maneras, incluyendo menos ingresos o una mayor inseguridad laboral. La carencia de acceso puede ser económica dada por índices de pobreza, elevados precios de los alimentos, falta de créditos, así como de manera física por limitaciones de accesibilidad a carreteras, falta de transporte e infraestructura de mercados. Situación similar sucedió en el año 2007 durante la crisis mundial alimentaria (causada por el alza de los precios de los alimentos), que sumada a la crisis económica-financiera profundizaron los problemas alimenticios a nivel mundial.
Las familias vulnerables económicamente, enfrentan limitaciones tanto para acceder al mercado como para producir sus propios alimentos, además al no disponer de los ingresos para subsistir y ante la existencia de una pérdida de poder adquisitivo, podría cambiar sus patrones de alimentación, dando como resultado una peor nutrición. El no incluir alimentos básicos en la dieta diaria, afecta la salud, lo que conlleva a la desnutrición, factor que aumenta la vulnerabilidad y susceptibilidad a las enfermedades. Las consecuencias económicas del Covid-19 podrían terminar lastimando a más personas que la enfermedad misma. La población pobre enfrenta limitaciones tanto para acceder al mercado como para producir sus propios alimentos, lo que los hace más susceptibles de sufrir problemas alimenticios.
Queda claro que el acceso a los alimentos es una condición imprescindible para la Seguridad Alimentaria a escala familiar, por lo tanto, el aumento de la producción de alimentos y de la productividad agrícola son los principales mecanismos para reducir la pobreza y mejorar la situación alimentaria, pero se requiere de la articulación de diversas acciones políticas, económicas, sociales y ambientales que incentiven el crecimiento de toda la economía.
Los procesos agroproductivos, ahora más que nunca requieren de todas las ventajas y facilidades, así como la seguridad sanitaria de todos los productores y sus familias para abastecer a la población con productos sanos y de calidad, mantener activas las cadenas de suministro de alimentos, no restringir la capacidad productiva, de venta y comercialización; facilitar la adquisición de insumos agrícolas y pecuarios , fortalecer las capacidades territoriales y el acceso al riego para establecer mejores sistemas de producción, rescatando el conocimiento local, sin dejar de lado la asistencia técnica y asesoramiento de tecnificación, contar con facilidades en el financiamiento, créditos y subsidios para la producción, fortalecer las asociaciones y el cooperativismo para apoyar la producción, acopio y venta de los productos a precios justos y sin intermediarios; promover la industria y el procesamiento.
A manera de conclusión, se demuestra claramente que la pandemia de Covid-19, no perjudica únicamente a los más pobres y vulnerables, sino que amenaza el bienestar de las sociedades enteras y de toda la comunidad mundial, por lo tanto, el incremento del poder adquisitivo de las familias mediante la creación de empleos estables y otras oportunidades de generación de ingresos es de vital importancia, de igual manera hay que recalcar que en base a la dimensión y repercusión mundial que tiene la pandemia, la protección social que necesitamos como población tiene una brecha muy grande ya que se requieren sistemas de actuación integrales, como un círculo, alimento-salud- economía-trabajo, de manera inclusiva y sobre todo permanente.
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