“Hoy pienso sobre todo en los que han sido afectados directamente por el coronavirus: los enfermos, los que han fallecido y las familias que lloran por la muerte de sus seres queridos, y que en algunos casos ni siquiera han podido darles el último adiós”, comenzó el papa Francisco en su tradicional bendición Urbi et Orbi en una basílica de San Pedro vacía, una imagen inédita que ilustra los cambios radicales que el mundo debe aceptar desde hace semanas para frenar la pandemia del coronavirus.
El año pasado, 70.000 fieles acudieron a la plaza de San Pedro, donde el papa preside normalmente la misa de Pascua, cuando los cristianos celebran la resurrección de Jesús. Este año, el nuevo coronavirus, que ya se cobró casi 110.000 vidas en todo el mundo, obligó a romper con décadas de tradición y millones de fieles vieron al papa por televisión o a través de las redes sociales.
La experiencia es inédita para el papa argentino de 83 años, que, como todo mortal, ha admitido que se siente algo enjaulado y que esta manera de hablar a los fieles le resulta “extraña”.
“Para muchos es una Pascua de soledad, vivida en medio de los numerosos lutos y dificultades que está provocando la pandemia (…) Este no es el tiempo de la indiferencia, porque el mundo entero está sufriendo y tiene que estar unido para afrontar la pandemia”, dijo el papa.
En su bendición, Francisco pidió un “alto el fuego global e inmediato” para hacer frente a la pandemia y exhortó a reducir o condonar la deuda de los países más pobres. “No es este el momento para seguir fabricando y vendiendo armas, gastando elevadas sumas de dinero que podrían usarse para cuidar personas y salvar vidas”, dijo.
Francisco también se acordó de Venezuela y pidió una solución “práctica e inmediata” para que la ayuda internacional llegue a “la población que sufre a causa de la grave coyuntura política, socioeconómica y sanitaria”. Además, el papa recordó el conflicto que ha ensangrentado a Siria, la guerra en Yemen o las tensiones en Iraq y Líbano. También tuvo palabras para los refugiados y desplazados en todo el mundo, “que viven en condiciones insoportables” y deseó que los israelíes y palestinos reanuden el diálogo.
En Roma, la policía, que otros años intentaba poner orden entre los miles de fieles y turistas, se dedicaba este domingo a controlar que las medidas de confinamiento se respeten, reseña la agencia France Press.
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