En Alemania se enteró que su papá había sufrido una extraña enfermedad que lo dejó postrado en la cama de un hospital de Quito, en cuidados intensivos. Tras la cena de Año Nuevo simplemente su cuerpo no respondió a su cerebro, ni sus pies ni sus manos le hacían caso. Consiguió un tiquete vía Amsterdam para llegar a Quito.
En la ciudad alguien le recordó que su papá había pedido un libro de Mario Vargas Llosa, cualquiera, cual ávido lector y genealogista. Su primera parada en Quito fue un centro comercial en la que tenía su tienda una gran cadena de librerías. En el estante dedicado a Mario Vargas Llosa halló La tía Julia y el escribidor, Pantaleón y las visitadoras, ni siquiera halló Conversación en la Catedral, su tercera novela, un clásico ya. Si quería ese libro debía cruzar toda la ciudad, hasta otro centro comercial.
El cansancio del viaje y la angustia le ayudó a decidirse por un título que al menos le provocaría una sonrisa a su papá, La tía Julia y el escribidor, de tapa blanda y papel llano. En la contratapa, abajo de la reseña, sobre el código de barras, había un precio marcado: 10,90. Al acercarse a la caja, el dependiente que intentaba resolver un pedido de una señora amable, finalmente recogió el libro y pasó la contratapa por el lector de barras: 16 dólares, dijo. Pero está marcado como 10,90, dijo ella. Es en euros, dijo él mostrándole el signo del Euro a quien estaba acostumbrada a pagar con euros.
La librería tenía marcado el precio del libro en euros y en la caja hacía el cambio a dólares. ¿Por qué? ¿Por qué la librería ubicada en un concurrido centro comercial de la capital de Ecuador lucía tan vacía? ¿Cómo determinaba la cotización del euro en ese momento? ¿Daba alguna explicación al cliente de por qué hacía eso? ¿De por qué cambiaba el euro a 1,46 dólares? ¿Si ella pagaba en euros le reconocerían ese cambio?
Pues nada, el dependiente de la caja se limitó a decir que si no quería el libro no había problema, que no se lo llevara. Igual, alguien más llegaría por él.
Y luego preguntan por qué la gente se ha alejado de las librerías.
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