Según las últimas cifras sobre la violencia de género en el Ecuador, diseñada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos, 32 de cada 100 mujeres experimentaron algún tipo de violencia cometida por la pareja en los últimos 12 meses o un año. Unas 65 mujeres de cada 100 vivieron una situación similar a lo largo de su vida.
La Agenda Nacional de las Mujeres detalla que en Ecuador seis de cada 100 mil mujeres vivieron algún tipo de violencia de género en diversos ámbitos y por diversas personas. Más de 3,2 millones de mujeres no conocieron lo que es el derecho a una vida libre de violencia. Una de las agresiones más frecuentes es la psicológica, seguida obviamente de la física y la sexual: una de cada cuatro mujeres ha sido violentada sexualmente.
Con 79,2%, Azuay es la provincia que registra la mayor tasa de violencia contra las mujeres en el país. La situación es más grave, según ONU Mujeres, porque Ecuador está en el mapa de los países con una tolerancia social alta hacia esa violencia: 40% de las mujeres considera normal que el esposo golpee a su compañera por algún motivo.
El pasado lunes 24 de diciembre, Catherine Torres usó la red social Twitter para denunciar el comportamiento de un policía que le había lanzado un supuesto piropo cuando caminaba por la calle, en Guayaquil.
“Hoy caminé de mi casa a la tienda en Los Ceibos – Guayaquil, tengo que pasar por la UPC para llegar. Un policía me gritó preciosa desde su carro. Al darme cuenta que era un carro de Policía, estallé -escribió-. Esto pasó afuera de la UPC de la Policía Nacional (…) Le dije a uno de los policías que estaba ahí que me había faltado el respeto, que no soy un objeto, que soy una mujer. Este oficial no supo reaccionar”.
La Real Academia de la Lengua define al piropo, palabra masculina derivada del latín pyrōpus (aleación de cobre y oro de color rojo brillante), como un dicho breve con el que se pondera alguna cualidad de alguien, especialmente la belleza de una mujer.
Las reacciones a la denuncia en la redes sociales, sobre todo las que intentaban justificar el llamado piropo, solo confirmaban las estadísticas de ONU Mujeres, la tolerancia social hacia ese tipo de violencia, porque interrumpir el libre tránsito de una mujer en la calle es violencia, así ese acto sea considerado un piropo.
La reacción de la ministra de Gobierno, María Paula Romo, no pudo ser más que acertada al llamar la atención a los uniformados sobre este tipo de comportamientos, porque los llamados piropos no son inofensivos, solo muestran a la mujer como un objeto, no como una persona con derecho al libre tránsito.
Y son más agresivos si vienen de parte de personas encargadas de garantizar la seguridad pública, una seguridad que debe construirse desde todos los ámbitos.
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