La renuncia de Evo Morales avivó esperanzas entre la oposición nicaragüense y preocupó a figuras centrales del sandinismo, que llamaron a “cerrar filas” y hasta a pensar en un sucesor del presidente Daniel Ortega. Quienes participaron o apoyaron la revuelta cívica de abril de 2018 en Nicaragua se preguntan qué habría pasado si sus líderes no hubieran buscado negociar con el Gobierno.
“Bolivia ya ganó, le toca a Nicaragua”, corearon grupos de bolivianos que se lanzaron a las calles de La Paz a celebrar la decisión del expresidente Morales de entregar el mando y gestionar un asilo político en México. El video de 12 segundos se hizo viral en las redes sociales y, en Managua, llenó de emoción a los adversarios de Daniel Ortega, que lleva 13 años en el poder, casi los mismos que el exmandatario boliviano.
“Los bolivianos nos dieron un ejemplo porque ellos no aceptaron dialogar, no abandonaron las calles y los empresarios allá sí apoyaron al pueblo, porque no son gallo-gallina (vacilantes) como los nuestros”, dijo el dirigente estudiantil Julio Morales, que estuvo preso durante casi un año por participar en protestas.
“Me ronda la idea de que no debimos ir a diálogo con un asesino. Debimos solo haber pedido su renuncia. Con diálogo, veamos dónde estamos. Sin diálogo, jamás lo sabremos, pero quizás ya seríamos libres”, expresó la bloguera y comunicadora María Xavier Gutiérrez.
El oficialismo nicaragüense, por su parte, atribuyó la caída de Evo Morales a “un golpe de Estado” y el anuncio de su dimisión puso en jaque a los principales agitadores del izquierdista Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que gobernó durante la revolución (1979-1990) y regresó al poder con Ortega en 2007.
“Aquí los revolucionarios estamos armados (Policía, Ejército y pueblo organizado) y si algo sabemos hacer los sandinistas es vencer, con nuestra vanguardia al frente. A los ‘puchos’ de m… (opositores) más les vale no enredarse”, escribió vía Twitter Carlos Fonseca Terán, hijo del fallecido fundador del FSLN, Carlos Fonseca.
Previendo un “efecto dominó” de la rebelión boliviana, otros sandinistas amenazaron en las redes con “pasarle la cuenta” (matar) a los opositores, mientras el diputado Gustavo Porras, presidente del Parlamento, se presentó en televisión junto a los principales líderes sindicales, a quienes instó a “cerrar filas” con Ortega: “Que sepan que estamos unidos y no vamos a permitir que jueguen con el país y con las conquistas alcanzadas”, dijo.
“Los sucesos en Bolivia han causado desesperación en el régimen de Ortega, que pretende atemorizar a la población con amenazas y dar confianza a las bases cada vez más ralas del FSLN”, opinó el exguerrillero y disidente sandinista, Moisés Hassan.
Por otro lado, y también tras la renuncia del gobernante boliviano, comenzaron a surgir voces sandinistas pidiendo cambios en el monolítico liderazgo de Ortega. Asi, por ejemplo, el excomandante Edén Pastora lamentó “la barbarie” ocurrida en Bolivia y dijo no explicarse “cómo Evo Morales no armó a su partido” (el Movimiento al Socialismo) para mantenerse en el poder.
Figura mediática y leal a Ortega, el “Comandante Cero” propuso, en un programa de televisión en vivo, que el FSLN realice asambleas barriales y nombre a un Congreso para elegir al relevo del veterano líder sandinista, algo que ese partido no practica desde hace décadas.
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