En las escuelas de sociología circulaba una especie de manual para redactar un artículo. Bastaba tener una combinación de sujetos, verbos predicados, complementos directos, complementos indirectos, o en otras palabras un grupo de sustantivos, otro de adjetivos, otro de artículos, otro de pronombres, otro de verbos, otro de adverbios, otro de preposiciones, otro de conjunciones y otro de interjecciones.
Y luego agrupar las partes de las oraciones como en una lotería de Babilonia o mejor una quiniela. El resultado final será un texto algo tecnócrata, aunque siempre lleno de lugares comunes. Ese fue el espíritu del socialismo del siglo XXI de Chávez primero, los Maduro después, los Castro, los Kirchner, los Lula, los Morales cuya funcionalidad ganó un electorado cansado de una determinada élite reacia a democratizar los espacios de poder.
Instituciones similares, estrategias parecidas. Todo era cuestión de cambiar de nombres, poner un artículo de la constitución en el capítulo 3, en la otra en el capítulo 6. Comprar aviones más lujosos, menos lujosos, pero aviones en fin. Usar Hummers en lugar de Lamborginis. La camisa floreada en lugar de la roja. Pero el discurso, el mismo, uno de intolerancia y prepotencia, con aires de una intelectualidad de cafetín.
Lo que ocurre en algunos países de América Latina es una mezcla de algunos de esos factores; errores políticos sumados a un descontento con quienes heredaron el desastre, y ahora intentan presentarse como salvadores, porque el desastre no se administra de la noche a la mañana, ni se sale de él con una fórmula mágica.
Pero Maduro y su brisita bolivariana, en cierta forma, está escupiendo al cielo. El mundo ya no vive entre cortinas de hierro. Su sonrisita tal vez pronto se convierta en mueca. Igual que la sonrisita del expresidente Correa al presentarse como candidato luego de intentar de subirse sobre los hombros de la Conaie, una organización a la que vilipendió, persiguió y humilló. Pronto esa risita se convirtió en mueca cuando sus asambleístas corrieron a esconderse en la Embajada de México.
La brisita bolivariana lo más probable es que estalle como un huracán (hasta las palabras se copian Maduro y Correa como si estuvieran hablando en un espejo), pero en Venezuela o en Cuba. O lo que ya está ocurriendo en Bolivia, con las denuncias de fraude. El Foro de Sao Paulo es su gran ilusión. Sus estrategias para intentar desestabilizar gobiernos son demasiado conocidas, demasiado predecibles. El dinero también en algún momento se les agotará o les serán congelados.
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