Lo que parecía irrealizable es ahora una realidad. Una de las obras más importantes del país de las últimas décadas comienza a abrir sus puertas en los tiempos y plazos previstos. Cuando comenzó la administración de Mauricio Rodas muy pocos al interior mismo de su equipo creían que podría ejecutarse. Muchos apostaban a que se abandone el proyecto, por varias razones, una de ellas el financiamiento. El ahora expresidente Rafael Correa comenzó a echarse para atrás en la contraparte del Gobierno, que si debía asumir el sobrecosto o no, porque las cifras presentadas por el exalcalde Augusto Barrera no eran reales, eran ficticias.
Contra todo pronóstico, Rodas decidió asumir el reto y dijo vamos con el Metro, al igual que lo hizo con la Ruta Viva heredada con muchas trabas y enredos de expropiaciones y demás. Se buscó el financiamiento, las empresas y pronto el proyecto más emblemático de Quito comenzó a ser una fuente inagotable de empleo en unos años donde más necesitada estaba la ciudad de mover su economía.
Días antes de abandonar la Alcaldía, Mauricio Rodas comenzó a abrir las puertas de una obra que no solo servirá para movilizar a 400 mil personas diariamente en Quito, sino que muy probablemente se convierta en un centro más de atracción turística. Un país desarrollado no es uno en el que los pobres puedan acceder a comprarse un carro sino uno en donde todos puedan usar el transporte público, era uno de los mensajes en Brasil en las protestas contra Dilma Rousseff, que se jactaba de haber sacado a millones de la pobreza.
Y es verdad. Un sistema de transporte público eficiente que quiera ser usado por todos siempre va a ser el corazón de una ciudad, sus pulmones, y no solo le hace bien a la economía de la ciudad y la vuelve más productiva sino que da dignidad. Y eso lo entienden las autoridades locales actuales y las entrantes que estuvieron en la apertura de una de las estaciones más profundas del sistema, a 32 metros, en la Plaza de San Francisco rodeada de la historia colonial de la ciudad, llena de mito y leyendas.
El vicepresidente Otto Sonnenholzner, por ejemplo, recordó que haber entrevistado al alcalde Mauricio Rodas sobre la idea de construir el Metro, cuando era candidato a la alcaldía de Quito y luego como alcalde. “Te felicito Mauricio por la decisión tomada y que fue muy acertada, también a todos quienes hicieron posible la realización de esta obra y al presidente Lenin Moreno que siempre tuvo la actitud de apoyar las cosas que son correctas -dijo-; lo importante es vencer los miedos y la incertidumbre, avanzar con valentía y encontrar a la gente para poder hacer esto y hoy es una realidad. (…) En el mundo cuando alguien piense en una obra importante, el Metro de Quito será una referencia de que si se pueden hacer bien las cosas ya que esta no es una ciudad fácil, esta obra es un orgullo para el país y por ello todos debemos cuidar el proyecto”.
Rodas dijo que en el Metro está impreso el ADN de los quiteños, porque fue construida pese a la oposición de muchos entre ellos el expresidente Correa que apoyaba por un lado, pero ponía trabas por otro, como para que el Municipio pueda conseguir el financiamiento. “Este es un esfuerzo que juntos lo hemos realizado para convertirlo en el paso más grande hacia el Quito del futuro -dijo-, comenzó como un sueño en el 2016 cuando iniciamos su construcción pero con obras como la estación de San Francisco, ya es una realidad”.
Y Jorge Yunda, a pocos días de posicionarse en la Alcaldía, en una transición ordenada ahora agarra el reto de poner en marcha el Metro y hacerlo rentable para costear la inversión. Yunda, quien llegó a Quito a sus nueve años a vivir en el barrio San Roque, recordó los sueños que tenía en ese entonces por haber llegado a la Capital.
“Hoy asumo con toda la autoridad que me dio el pueblo quiteño el reto de continuar con esta obra magistral que es el Metro de Quito -dijo-. Estoy asombrado porque he tenido la oportunidad de conocer otros metros del mundo y la obra que estoy mirando es grande y cambiará la vida de los quiteños y del Ecuador”.
Pero Yunda también ha puesto los pies en la tierra al recordar que una obra como la del Metro no puede sobrevivir con subsidios. Ni la ciudad ni las finanzas del Municipio lo resistirían. “Debe conocer la ciudadanía que no hay dinero. Es un tema que lo decimos de frente: el presupuesto está totalmente en cero. El nivel de endeudamiento del Municipio está en el techo. Tampoco podemos hacer deuda, ni conviene”.
Pero no fue una declaración pesimista, porque su apuesta es trabajar con la empresa privada para seguir construyendo una ciudad que se proyecta al futuro como una Metrópoli moderna y cosmopolita.
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