La mayoría tenía entre 15 y 22 años. Todos zarparon en una lancha clandestina desde la playa La Salina de Güiria, en el Estado nororiental de Sucre, con destino a las Antillas. Unas 38 personas viajaban en la embarcación de madera que se hundió en medio de un oleaje fuerte, entre las aguas de las Bocas de Dragón, una remota zona limítrofe entre Venezuela y Trinidad y Tobago frecuentada por pescadores, contrabandistas y narcotraficantes. Era la madrugada del miércoles de la semana pasada.
Los sobrevivientes fueron llevados al Hospital de Güiria donde se recuperaban de quemaduras provocadas por rayos solares y por el combustible derramado sobre sus cuerpos. Todos están vigilados por militares. La causa de la tragedia es investigada y las declaraciones oficiales sobre el tema son nulas. Es como si a tragedia nunca existió o como si los migrantes ya no formaran parte de la estadística oficial del chavismo.
Según cifras de la Agencia de Naciones Unidas para Refugiados (Acnur), el éxodo de venezolanos supera hasta la fecha los tres millones de personas y hasta fines de este año la proyección es que lleguen a cinco millones. La gran mayoría comenzó a migrar a partir de abril de 2017, cuando el régimen de Nicolás Maduro anuló las competencias de la Asamblea Nacional y comenzó una oleada de protestas que dejó casi 150 muertos.
“Este trágico incidente -dijo un portavoz de la Acnur-, pone de relieve los riesgos extremos que afrontan las personas refugiadas y migrantes en sus viajes por mar y otros movimientos transfronterizos, al tiempo que muestra la desesperación de quienes se ven forzados a huir de sus hogares y las extraordinarias dificultades a las que deben hacer frente en su viaje”.
Mientras la mayoría de los migrantes venezolanos han viajado por tierra a Colombia y Brasil, algunos barcos pesqueros sobrecargados llevan a la gente de contrabando hacia un futuro incierto en las islas cercanas. Ahora en la Güiria los vecinos todavía esperan a los desparecidos. El chavismo recién puso el sábado a una avioneta de Pdvsa a sobrevolar la zona.
No es la primera tragedia de este tipo. En 2018, cinco ocupantes de un barco procedente del Estado noroccidental de Falcón, con rumbo a Curazao, fallecieron en las aguas del Caribe.
Es la tragedia llamada Venezuela, cuya crisis empeora día a día, con un régimen aferrado al poder con uñas y dientes. Es el socialismo del siglo XXI, más parecido a un feudalismo medieval. Un socialismo que todavía defienden desde sus exilios, territoriales y personales, personas que aspiran nuevamente al poder político para alimentar sus chequeras y sus egos. Son los que gritan contra el imperialismo del FMI, después de haberse entregado sin concesiones durante diez años al imperialismo chino con altas tasas de interés.
Ellos son los náufragos de su egos y de sus ambiciones personales, los otros, los de La Salina de Güiria y otros tres millones de venezolanos que huyeron de su país, son sus víctimas.
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