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Fue considerado un cadáver político. En el 2005, ante acusaciones de autoritarismo, corrupción, nepotismo y violación a la Constitución por destituir a los integrantes de la Corte Suprema de Justicia, abandonó el poder. El vicepresidente Alfredo Palacio asumió la silla de Carondelet con la promesa de realizar cambios que nunca se hicieron en la práctica. Para las nuevas elecciones de 2006 sonaron los nombres de León Roldós, Cynthia Viteri, Álvaro Noboa y Rafael Correa, cuyo mérito fue haber aprovechado el momento al renunciar a su cargo por discrepancias con Palacio sobre el manejo de la economía. Su propuesta fue renegociar la deuda externa y establecer un modelo similar al de Hugo Chávez en Venezuela. Lucio Gutiérrez volvió al país, pero fue encarcelado y perdió sus derechos políticos. Su hermano, Gilmar Gutiérrez, se postuló en su reemplazo y sorpresivamente obtuvo un tercer lugar, pese a todas las encuestas. Si Lucio Gutiérrez entraba de seguro habría ganado. ¿Por qué? El bono de desarrollo humano, en parte, cuya autoría fue de un llamado neoliberal como Jamil Mahuad, creador del trolebús que mueve hasta ahora a diario a miles de quiteños. Mahuad fue sacado en hombros de la Plaza de Toros por firmar la paz con Perú y sacado del Palacio de Carondelet por decretar la dolarización que hoy mantiene al país estable pese a los diez años de una farra continua, casi perpetua.
La historia, según Plutarco, es una suma de anécdotas. El triunfo de unos, no es el triunfo de los otros.
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