Lo peor que le puede suceder al país es que la prosperidad que se genere en su territorio no sea compartida entre quienes, sobre la base de sus capacidades humanas y productivas, participan en el funcionamiento del tejido productivo nacional; es decir, se deben generar antídotos para evitar que la riqueza generada -sustentada en la perseverancia, creatividad y actitud ética- se concentre solo en unos pocos -los comesolitos- y se deje a un lado a todos los demás actores -por ejemplo, las MIPYME y los actores de la economía popular y solidaria (EPS)- que de forma directa participan en la operación de las diferentes cadenas de producción y comercialización que se dedican a la generación de determinado tipo de bienes y/o servicios.
El mismo Banco Mundial, en un último taller que tuve la oportunidad de participar en calidad de uno de los expertos país, varias veces repitió la necesidad de crear escenarios socioeconómicos en donde la “prosperidad de las naciones sea compartida y no acumulada -de forma egoísta- en pocas manos”; ya que, esas inequidades, al final, generan inconformidades que, con el pasar del tiempo, se pueden convertir en espacios del relacionamiento humano en donde más que cooperación lo que se estará sembrando es resentimientos -no procesados- expresados a través de una serie de actitudes de rechazo que, cuando se pida un esfuerzo sinérgico, estará tan enraizado el egoísmo que el trabajo cooperativo, para sacar adelante al país, se volverá una tarea difícil de impulsar.
De ahí, pasar del comesolito -egoísmo puro en acción- hacia una pamba mesa -espacio en donde se comparte y se colabora en pro de un objetivo común- surge como una forma de actuación productiva en donde a todos se los incluya, independientemente del poder económico, tecnológico y relacional que poseen de forma individual. Ahora, claro, esa inclusión deberá ser inteligente y estratégica, es decir, primero deberá partir de un análisis y desarrollo de capacidades productivas de los actores identificados; para luego sí, proceder a impulsar sendos proyectos asociativos en donde la solidaridad y la eficiencia sean los ejes transversales de la promoción de prácticas productivas que estén dirigidas a la consolidación de una transformación de la producción nacional basada en los principios y acciones que giran alrededor de la calidad, productividad e innovación empresarial.
Como se puede apreciar, es importante que, fuera de influencias políticas y/o económicas, el progreso solidario, productivo y equitativo del Ecuador esté considerado, por sobre todas las cosas, como una prioridad estratégica nacional; ya que la historia se encargará de juzgar si -en los momentos actuales-, sobre la base del comportamiento del péndulo, parecería se está pasando hacia un entorno del accionar gubernamental y empresarial en donde los comesolitos -no todos por supuesto, pero sí varios propietarios de empresas grandes- quieran ganar y ganar dinero a como dé lugar, olvidándose que todos estamos en el mismo barco y, por lo tanto, el bienestar de unos no puede significar la desgracia o mala situación de otros. A la larga, pensando en el largo plazo, si esa es la actitud que tienda a predominar, el barco terminará hundiéndose por el hecho de no compartir la prosperidad entre todos, eso sí -valga la aclaración- sobre la base de los méritos y esfuerzos realizados en pro de la consecución de un escenario productivo sustentado en la excelencia y la justicia social.
Por último, considerando las fusiones ministeriales últimas implementadas por el gobierno del presidente Lenín Moreno, deberá estar dentro de las prioridades de la gestión integrada de la política pública la puesta en acción de un paquete de programas y proyectos que, a más de preocuparse por la empresa grande -que también lo requiere, no decimos, pensando sistémicamente, lo contrario-, estén direccionados, también -con mucho énfasis-, a fortalecer la capacidad competitiva de las MIPYME y la EPS; ya que en estos sectores reposa, por una parte, el origen de la generación de más del 60% de las fuentes de trabajo del Ecuador y, por otra, la producción de una buena porción de los bienes y/o servicios que los ecuatorianos y ecuatorianas requieren como sustento de la satisfacción de las necesidades básicas que, en el día a día, requieren ser cubiertas de manera prioritaria. De ahí, el pasar de prácticas egoístas -tipo comesolito- a prácticas sinérgicas -tipo pamba mesa- es el desafío para alcanzar ese Ecuador mejor que todos y todas queremos alcanzar. ¡Vamos adelante que sí podemos!, nuestro país lo tiene todo, empezando por su gente que, en la mayoría de los casos, son buenas gentes.
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