La comunidad internacional presiona firmemente por la restauración del sistema democrático, el imperio del derecho y de las libertades y la reconstrucción de la economía en Venezuela, destruida por la dictadura de Maduro, a lo que se suma una grave crisis humanitaria y un reciente e incesante éxodo masivo de los segmentos más pobres de su población a países vecinos.
Es muy importante lo que ocurre en estos días en Venezuela en esa dirección. Los acontecimientos que tendrán lugar en febrero del 2019 y más adelante, prefiguran un probable desenlace a favor del pueblo venezolano y la culminación de una tiranía vinculada al crimen transnacional organizado. Desenlace que estará influido –en buena medida- por la presión internacional y la acción de varios estados para que se abran canales humanitarios. El reconocimiento a Juan Guaidó como Presidente Interino, según lo mandan varios artículos de la Constitución venezolana, supera ya los 60 estados, incluyendo la casi totalidad de los países del Hemisferio – y en buena hora también nuestro país- y de la Unión Europea. Desenlace que tendrá un impacto mundial, particularmente para el futuro político y económico de América Latina en el corto y mediano plazos.
A la fecha, organismos independientes de derechos humanos han registrado más de 100 asesinatos por la represión a las multitudinarias manifestaciones de las dos últimas semanas en todas las ciudades y pueblos de Venezuela. Simultáneamente, se advierte una paulatina pérdida del control del régimen del Presidente usurpador que se expresa en un proceso paulatino de desconocimiento de altos mandos militares a Maduro.
Estamos asistiendo a medidas diplomáticas concertadas por un gran número de países y acciones económicas, como las tomadas por el Departamento del Tesoro de EEUU y el Banco de Inglaterra, que van en la dirección de aislar más a Nicolás Maduro, evitar la continuación del saqueo de los activos y rentas del estado y reafirmar la legitimidad del Presidente Interino Juan Guaidó y el apoyo las medidas que continúa adoptando la Asamblea Nacional.
No se puede predecir cuántas semanas, o talvez meses, tendrán que pasar para que se llegue a un proceso de elecciones libres, con supervisión internacional y plena participación de la oposición, conducido por un gobierno transitorio. No obstante, creo nos estamos aproximando a un punto de no retorno. En ese sentido, son muy importantes las marchas y manifestaciones que al interior de Venezuela se llevaron a cabo el pasado 23 de enero y que se tienen previstas en estos días y el explícito apoyo por parte del Parlamento Europeo, con seguridad también por el Consejo Europeo y probablemente con un anuncio de sanciones adicionales a individuos del régimen de Maduro que pretenden poner trabas a un pronto proceso de un gobierno transitorio y de elecciones libres. Lo que está ocurriendo parece obedecer a una estrategia de acciones diseñada con varios meses de anticipación por los dirigentes de la oposición democrática de Venezuela en coordinación con numerosos gobiernos del Hemisferio y de la Unión Europea así como con varias organizaciones internacionales. No es algo improvisado y, a la luz de lo que estamos observando, se está cumpliendo a cabalidad y, creo, con éxito.
La opción de una intervención militar, sería una última opción extrema y es una medida que no la desea nadie, incluyendo la oposición venezolana. Por otro lado, no creo que esa sea la prioridad del gobierno de los EUA.
Es esta conjunción de acciones diplomáticas, económico–financieras, las movilizaciones masivas de la población, la apertura de los canales humanitarios y las medidas que adopte la Asamblea Nacional venezolana, como la ley de amnistía para aquellos que no hayan cometido crímenes de lesa humanidad que configura un escenario que debilita más a Maduro y a su régimen criminal.
Mientras más pase el tiempo, más se reduce la capacidad de negociación de la dictadura para una salida voluntaria y ordenada del poder. Venezuela dejó de ser un tema regional y se volvió mundial; la reciente reunión y el debate en el Consejo de Seguridad de la ONU para discutir el tema lo demuestra. Es algo que no había pasado hace décadas en referencia a un país latinoamericano.
La crisis humanitaria se agudiza día a día. Todo parece indicar que, en breve, vía marítima y terrestre se iniciaría una operación, con ayuda de varios estados americanos, de apertura de corredores humanitarios por varios puntos de las fronteras con Colombia y Brasil, para iniciar la distribución de alimentos y medicinas a la población más vulnerable.
Será una prueba decisiva para las fuerzas armadas y policiales de Venezuela a fin de que no obstaculicen esta operación humanitaria, algo que el ilegítimo Presidente se ha negado sistemáticamente en el pasado.
La cúpula militar-no sabemos si toda ella – respalda por ahora a Maduro porque se ha beneficiado de la corrupción, incluyendo las actividades ilícitas como el narcotráfico y otras. Debe existir una gran preocupación en los militares de alto rango. Algunos de ellos, sin nexos con la corrupción y el crimen transnacional organizado, deben estar cuestionándose su papel de apoyo a la dictadura. No sería extraño, por tanto, un vuelco de lealtades en las próximas semanas, algo que ya se ha iniciado con un general y un coronel en estos días.
El control del poder por parte de Maduro se está resquebrajando al pasar los días. Los planteamientos de falsos diálogos en los que insiste son tácticas que no tienen ya ningún futuro.
La ruta es clara; Guaidó lo ha dicho y la gran mayoría del pueblo lo apoya: cese a la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres.
Asistimos al enfrentamiento-ojalá definitivo- entre la democracia y la dictadura; entre la dignidad y la ignominia.
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