“Un gobernante debe tener la estatura moral para cumplir con su misión por cuanto en sus manos está el destino de un país, no de un grupo que lo presiona y obliga a tomar decisiones: quien así lo hace no es digno de gobernar una república, ya que no tiene personalidad ni carácter para dirigir la nación” (Isidro Ayora). Esta es una frase fuerte para reflexionar, aprender y actuar en tiempos actuales en donde los grupos del poder político y/o económico, a como dé lugar, quieren llegar al tomar el poder estatal para obtener beneficios personales y/o de los grupos a los que representan; olvidándose que, cuando se ejerce una función en el sector público, es para servir a todos los miembros de una nación que, ante todo, están esperando vivir en un entorno en donde haya más educación, más salud y mayores oportunidades para acceder a una fuente digna de trabajo.
En esta propuesta de servicio pro beneficio de todo un país, hay muchos elementos que sumados se convierten en antídotos para combatir a aquellas formas de gestión gubernamental egoístas -predominio del yo sobre el nosotros- y, lamentablemente, corruptas que, sin pensarlo dos veces, en lo único que piensan es cómo llenar, sobre modelos gubernamentales sustentados en el uso de la creatividad al servicio del mal, sus bolsillos a través de las cortinas oscuras del uso ineficiente, el despilfarro y el predominio de la coima al momento de usar los recursos públicos que pertenecen a todos los ciudadanos de un país y no, solamente, al grupo de sapos que, gracias a sus habilidades políticas, llegan a tomar el poder proveniente de una gestión estatal secuestrada por mafias inescrupulosas y, lo peor de todo, inteligentes para cumplir con sus propósitos malignos.
Y, claro, en este escenario oscuro, los poderosos -pertenecientes a partidos políticos y/o grupos económicos- cuando llegan al poder se vuelven en los intocables gracias a que sus alfiles están tan bien ubicados que, al primer viserazo, actúan aprobando leyes, reglamentos, procedimientos u ordenanzas que, por encima del interés de toda la sociedad, buscan favorecerlos con mecanismos que, en última instancia, tienen como único propósito el mejorar los ingresos o ganancias que entran formar parte de las arcas de un dinero mal habido que, tarde o temprano, les conducirá a una cárcel o a una convivencia social en donde, permanentemente, el corrupto y su familia serán mal vistos.
En la actualidad, tenemos muchos ejemplos de estos con altos funcionarios que están prófugos o encarcelados por corruptos, ya que se llevaron el dinero y gran parte de la esperanza de un pueblo que confió en ellos sobre la base de mensajes pegajosos pero mentirosos como: “somos un gobierno de manos limpias y corazones ardientes”; ¡que indignación! al momento de escribir este párrafo -como recordatorio del saqueo nacional en donde la plata, de acuerdo a lo que va saliendo, parece se llevaron en barcos y/o en las aeronaves oficiales-.
Se avecinan elecciones en el país -en marzo específicamente-, por lo que hay que estar atentos con el análisis minucioso de la máscara con la que se van a presentar los candidatos que esperan ser elegidos para ocupar alguna dignidad que, en las mentes malvadas, les podría servir para obtener poder, tomar decisiones sesgadas y, así, ayudar, perjudicando al resto de la sociedad, a los grupos políticos y/o económicos a los que representan. Frente a este posible escenario, hay que estar despiertos o, simplemente, como el ladrón nocturno, se ingresarán y actuarán en contra de los beneficios colectivos que, hoy más que nunca, necesitan, para su obtención, del esfuerzo sinérgico de todos los ecuatorianos.
De ahí, la importancia de trabajar en la construcción de valores -desde tempranas edades- que ayuden al desplazamiento a segundo o tercer lugar del pronombre egoísta “yo” por un pronombre con fuerte contenido inclusivo, solidario y cooperativo como es el pronombre “nosotros”. El momento que se logre la activación generalizada de esta forma de comportamiento colectivo, será más fácil que hábitos conductuales como la empatía -ponerse primero en los zapatos del otro- o propuestas globales como la de la prosperidad compartida sean más fáciles de ser insertadas en un mundo en donde, lamentablemente, lo que se ha ido profundizando es una actitud de personas que solo piensan en su bienestar y se olvidan que, para una buena convivencia en el planeta Tierra, se requiere de un pensamiento y acción que lleve a cabo prácticas que tomen en cuenta a todos los seres -personas, animales y plantas- que interactúan, de forma permanente, en su diario vivir.
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