Bajo una fuerte presión internacional, que desconoce el mandato de Nicolás Maduro, obtenido en elecciones fraudulentas, con la más alta abstención de la historia y el rechazo de gran parte de la comunidad internacional, la oposición venezolana vuelve a las calles para intentar recuperar la institucionalidad perdida, la democracia perdida, la racionalidad perdida, el aparato productivo destruido.
Es como una de las últimas cartas, se ha repetido tantas veces, para forzar la salida del poder no solo de Maduro, sino de una élite chavista que ha llevado a la ruina a un país rico. Con Juan Guaidó a la cabeza y una ciudadanía humillada en su propio país, otra parte obligada al exilio en condiciones inhumanas, el Parlamento, despojado de sus funciones por el chavismo, emprende este 23 de enero la ruta hacia la transición democrática, que implica la salida de Maduro del palacio de Miraflores, la formación de un gobierno de transición que fije las condiciones para unas nuevas elecciones sin un Conejo Electoral chavista, ni un Tribunal Supremo de Justicia chavista.
De por medio están focos de rebelión militar supuestamente apagados por el Servicio de Inteligencia chavista.
Los venezolanos no tienen a qué más apostarle para salir de una crisis humanitaria sin precedentes, con una hiperinflación inimaginable. La calle es desde hoy su nuevo espacio de protesta, mientras desde Miraflores gritan conspiración del imperialismo y las oligarquías, el cliché tomado de La Habana. Es una resistencia desde adentro. ¿Esto marcará el fin del chavismo? El mundo democrático espera que sí.
Guaidó marcó una especie de resurgir de la oposición, luego de que varios líderes fueron quemando sus cartuchos o anulados por una fuerza represiva que no ha conocido límites. Dirigentes políticos encarcelados, humillados, sus familias perseguidas hasta en el exilio después del fin abrupto de las protestas en 2017.
El rechazo a Maduro roza el 80% casa adentro. “Hemos llorado tanto por este momento, el de de poder mostrarle a las nuevas generaciones la democracia en la que nosotros crecimos -le dijo a el País de España Maeca López, una dirigente vecinal-. El compromiso es de todos, no solo del presidente de la Asamblea Nacional y los valientes diputados. Es una obligación moral de todos”.
Las Fuerzas Armadas venezolanas, sobre todo las generaciones jóvenes que vieron cómo su país fue destruido por una turba sedienta de dinero y poder, podrán jugar un gran papel en esta nueva ola de protestas, en esta presión para sacar al chavismo y su fanfarronería del poder.
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