Charles Aznavour, el último gigante de la canción francesa del siglo XX, murió en la madrugada del lunes a los 94 años en el sur de Francia, según anunciaron sus portavoces a la agencia France Press. El cantante francés más conocido en el extranjero vendió más de 100 millones de discos a lo largo de ocho décadas de una carrera excepcional, a la que no había puesto fin. Su trayectoria artística se compone de más de 1.200 canciones y casi 300 discos, aunque no se conformaba y seguía en activo y componiendo todos los días. De hecho, tenía previsto actuar el 26 de octubre en Bruselas.
Apodado El Frank Sinatra de Francia, logró una fama mundial pese a una voz y un físico atípicos. La bohème, La mamma y Emmenez-moi figuran entre sus canciones más destacadas de un repertorio de marcado tono nostálgico. Compuso además para artistas como Edith Piaf, y como actor participó en unas 80 películas.
Aznavour rinde homenaje a los comediantes y de paso a su linaje familiar de cómicos y cantantes callejeros de su infancia. La canción acaba convertida en un himno al mundo del espectáculo y para sus recitales mano a mano en el Palais des Congrès de Paris de 1991 Charles Aznavour y Liza Minnelli unirán sus almas gemelas de eternos comediantes. Alain Resnais la rescatará para la banda sonora para su penúltima película Vous n’avez encore rien vu (2012).
Cuando Sylvie Vartan coronó los hit-parades con la canción La plus belle pour aller danser no se imaginaba con el paso del tiempo el tema se transformaría en la banda sonora que iba a acompañarla sobre el escenario en los próximos cincuenta años. Aznavour inmortalizaba ese momento en que la belleza de la juventud ilumina la vida.
La canción viaja en el tiempo a ritmo de bolero con Los Machucambos, en la voz del crooner errante del pop, Scott Walker y en las riberas de la salsa en compañía del caribeño más afrancesado Yuri Buenaventura. Hasta Serrat no pudo sustraerse a su influjo y le puso un punto y seguido con su balada “postmortem” Si la muerte pisa mi huerto.
Aznavour se sumerge en la nostalgia y convierte la pista de una discoteca de moda en una elegante sala de baile vestida de blanco y negro mientras una pareja se desliza sobre ella como si fueran una réplica de Fred Astaire y Ginger Rogers. Como otras canciones del cantante el tema gozará de una excelente segunda vida musical en su versión en ingles, The Old Fashioned Way que hasta hubiera firmado el mismísimo Cole Porter.
El letrista Robert Gall le brindaba un texto con ecos de Rocco y sus hermanos y el melodrama mediterráneo. Aznavour salía victorioso del kitsch melódico y folletinesco que llevaba en el ADN la composición y conseguía uno de sus grandes éxitos comerciales y clásico de su cancionero. En los extremos del dial de sus numerosas versiones, las de Ray Charles y Los Gipsy Kings.
Aznavour le pone cara y ojos a la vida cotidiana de un artista travestí. La canción francesa se acercaba sin ironía ni sarcasmos a la homosexualidad. Un año despues el público parisino aplaudía la obra teatral La cage aux folles ( La jaula de las locas) mientras Aznavour consigue sobre el escenario una de sus grandes interpretaciones que no dejará de acompañarle. Entre las versiones del tema, la del italiano Massimo Rainieri siguiendo las huellas aznavourianas.
Una vez más el paso del tiempo y el recuerdo de la juventud que quemaba sus días de vino y de rosas. Aznavour a sus cuarenta años realiza un primer balance biográfico y pone en circulación uno de sus temas más celebrados en el futuro. La canción será objeto de múltiples versiones gracias a su traslación al ingles, Yesterday When I was Young, entre las más recordadas y emotivas, la de la británica Dusty Springfield.
La canción formaba parte del musical Monsieur Carnaval escrito para una de las estrellas de la opereta francesa, Georges Guétary. El tema rápidamente se “independiza” mientras la opereta original con el paso del tiempo quedará en un discreto olvido. Aznavour afirmaba su estatus de gran estrella de la canción internacional regresando de nuevo como tema argumental a la vida del artista, el paso del tiempo y los siempre frágiles sueños de juventud.
La pareja Aznavour-Garvarentz transformaban al ídolo juvenil y en sus inicios imitador de Elvis Presley, Johnny Hallyday, en gran intérprete romántico. La generación Salut les Copains más allá de las onomatopeyas ye-ye-yeah comenzaba a contar con su propia épica existencial. Más de medio siglo despues, Aznavour y Hallyday siguen reinando sobre la escena y en el corazón de varias generaciones de espectadores.
En esa trilogía siempre citada de la Chanson y compuesta por los nombres de Georges Brassens-Jacques Brel-Léo Ferré, el nombre de Aznavour queda a menudo relegado a un segundo escalón, una clasificación injusta para uno de los creadores que ha dejado algunas de las baladas más intensas y conmovedoras. Aznavour como señala Maurice Chevalier, “es el primero en cantar al amor, como se siente, como se hace, como se sufre”.
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