Hace sólo un año, Jair Bolsonaro no era tomado como una acción seria. Era visto como una broma que sólo generaba temor cuando uno se planteaba interrogantes en el sentido de ¿Y si comienza a subir en las encuestas? ¿Y si gana?
Jair Bolsonaro, un diputado ultraderechista y excapitán del Ejército que ha expresado nostalgia por el régimen militar brasileño, sumó el pasado 7 de octubre un 46,03% de los votos válidos en los comicios realizados en Brasil. Ello lo ha colocado en una posición favorable de cara a la segunda vuelta electoral que se realizará el próximo 28 de octubre.
Haddad es un exalcalde de São Paulo que ha buscado alcanzar los votos del líder del Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio Lula da Silva, que presidió Brasil durante la bonanza de la década pasada y encabezaba las encuestas cuando fue apresado en abril, para cumplir una pena de 12 años por corrupción.
“No es corrupto, es honesto, transparente y tiene el coraje de encarar los desafíos para un verdadero cambio en el país”, han señalado varios electores al explicar sus motivaciones para votar por el candidato ultraderechista.
Bolsonaro se mostró como un candidato de derecha, conservador en las costumbres y liberal en la economía, lo cual ha generado un importante respaldo frente al deterioro de los valores y de la cultura, derivado de los gobiernos anteriores.
La coyuntura actual demuestra una realidad muy alejada de la imagen de júbilo, esperanza y cordialidad que el gigante sudamericano solía transmitir al mundo. Una atmósfera de convulsión e incertidumbre cubre Brasil tras los escándalos de corrupción y crisis económica en los últimos años. Ello ha permeado diferentes ámbitos de la vida cotidiana, como el ámbito educativo y hasta en los propios estadios de fútbol. Luiz Puntel, escritor brasileño, considera que la división en Brasil hoy “no es sólo una cuestión política, sino de valores y de comportamiento”.
El alma de Brasil ha cambiado, y eso es producto del duelo que nuevamente mantendrán Bolsonaro y Haddad este 28 de octubre.
Según una encuesta realizada por el Instituto Datafolha, existen varias señales de que los brasileños votaron con ira el domingo 7 de octubre: El estudio realizado la semana anterior reveló que ese era el sentimiento de dos de cada tres votantes (68%).
El estudio también indicó que prácticamente cuatro de cada cinco electores en Brasil decían estar tristes (79%) o desanimados con su propia nación (78%). Esta amargura contrasta con el entusiasmo que Brasil tenía años atrás, durante el boom económico: en 2011 varias encuestas internacionales lo ubicaron entre los países más optimistas del mundo.
Tanto Bolsonaro como Haddad tienen altas tasas de rechazo en la población. Ello demuestra la generación de varias agresiones políticas durante la campaña, incluida una puñalada a Bolsonaro en septiembre, por la que estuvo varios días internado en un hospital, o los disparos contra una caravana de Lula en el mes de marzo. Las reacciones que se ha podido observar, indican que la división crecerá aún más en las siguientes semanas.
La confrontación y la violencia son hoy dos rasgos de Brasil más allá de la política: el año pasado, el país registró un récord histórico de 63.880 asesinatos, una tasa superior a la de México. Jóvenes, negros y pobres son las principales víctimas de la violencia. Esa sensación de inseguridad también ha incidido en el debate electoral.
Las posturas se han ido radicalizando durante las últimas semanas, ello se evidencia en varios ámbitos y lugares, incluyendo el ámbito educativo.
La historia de Bolsonaro es la de un político laborioso que ha sabido leer claramente el contexto en que se encontraba y aprovecharlo para apuntalar una demanda gracias a tres factores cruciales: polarización, guerra cultural y erosión institucional. Factores que han determinado la política brasileña, así como el conjunto de la región.
Es natural que potenciales bolsonaros pretendan ahora repetir la hazaña en sus respectivos países. Hoy Bolsonaro intenta ganar el centro político con un discurso más moderado; mientras tanto el giro en la región se mantiene.
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