A lo largo de los últimos meses, el presidente estadounidense Donald Trump ha comprobado que su “Make America Great Again” era más que un slogan; es una promesa de campaña que está decidido a cumplir. Los millones de dólares en aranceles que ha impuesto el Presidente a socios comerciales como México, Canadá, Unión Europea y China fueron inmediatamente seguidos por anuncios de una inminente guerra comercial en vista de las retaliaciones anunciadas. Para Trump, las guerras comerciales son “buenas y fáciles de ganar” ya que son una forma de asegurar que otros países dejen de abusar de Estados Unidos que ha estado “perdiendo millones en todas sus transacciones comerciales”.
Estas medidas comerciales son intentos por parte de Trump para potenciar la industria nacional. Dichas medidas han sido fuertemente criticadas puesto que afectan a las economías de socios políticos importantes como lo son la Unión Europea, Canadá y México a quienes las tarifas de acero y aluminio afectan particularmente. Adicionalmente, los efectos de medidas proteccionistas como estas se traducen en precios más altos para los consumidores nacionales lo que nunca es popular. Por su lado, tanto Canadá como la Unión Europea respondieron con sus propias tarifas a varios productos americanos desde acero a whisky. México por su parte no se quedaría atrás habiendo anunciado también cerca de 3 billones en aranceles a productos como manzanas, aluminio y queso.
Las acciones más preocupantes en torno a estas medidas las estamos viendo ahora que China ha decidido responder a Estados Unidos con acciones similares. Las medidas chinas anunciadas afectarían a cerca de 60 billones en aranceles a bienes americanos. Asimismo, Estados Unidos anunció que dicha medida no vendría sin respuestas a pesar de que no se ha anunciado todavía cuándo entrarían las medidas chinas en vigencia. China, además, ya ha interpuesto una queja ante la OMC por las tarifas estadounidenses que afectan a 200 billones de dólares en importaciones.
Sin embargo, las secuelas de lo que China llama “la guerra comercial más grande de la historia” no sólo se sentirán en el ámbito económico. Las tensiones en ámbito económico han causado que China sienta menos disposición en el ámbito político pues también ha rechazado la petición de Estados Unidos de dejar de importar petróleo iraní. Dicha acción tiene consecuencias políticas directas ahora que Estados Unidos ha abandonado el acuerdo nuclear con Irán y renovado las sanciones al país. Irán por su parte ha declarado su intención de bloquear el Estrecho de Hormuz por donde según cifras del Departamento de Energía de E.E.U.U, de 18.5 billones de dólares en petróleo circulan a diario.
De momento, los efectos de dicha guerra comercial están siendo evaluados. Oxford Economics proyecta que las medidas afectarán el crecimiento económico tanto de China como de Estados Unidos. Adicionalmente, el Instituto Peterson de Economía Internacional llama a esta guerra comercial un proyecto de “autodestrucción mutua”. El Banco de Inglaterra por su parte ha realizado una simulación sobredimensionando los factores de la guerra comercial actual y ha obtenido cifras como “la guerra comercial podría afectar el PIB global durante tres años, siendo Estados Unidos el mayor perdedor de la misma”. Por otra parte, hay que considerar que una China golpeada económicamente podría actuar de maneras imprevisibles e inesperadas, para bien y mal como lo ha demostrado la historia del país asiático.
En casa las críticas no se han hecho esperar ya que Harley Davidson, una compañía icónica de la cultura americana, ha iniciado la mudanza de su producción fuera de Estados Unidos para evitar los aranceles europeos. A pesar de ello, los aranceles son tremendamente populares entre la base electoral de Trump, pues cuentan con la aprobación de 66% de votantes republicanos que ansían ver a América ser “Great Again”.
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