La Unión de Países Suramericanos (Unasur) se encuentra virtualmente paralizada desde hace un año y medio, cuando dejó el cargo su último secretario general, el expresidente colombiano Ernesto Samper. Ahora el organismo podría estar a punto de entrar en fase terminal, luego del abandono indefinido de seis países miembros y el nuevo uso que tendrá la sede ubicada en la Mitad del Mundo.
A poco de conseguida la independencia de nuestros pueblos ya era evidente la necesidad de integrarnos. En esos tiempos, el Libertador Simón Bolívar solía decir que “la patria es América y esta (a su vez) es una nación de repúblicas”. Infortunadamente, cuán difícil nos resulta todavía lograr la unión anhelada a pesar de que afrontamos problemas comunes y conjuntos.
En materia de integración tenemos el buen ejemplo de los países europeos que inicialmente se asociaron en la Comunidad del Carbón y el Acero, luego formaron la Comunidad Económica Europea hasta llegar a conformar lo que hoy conocemos como Unión Europea (UE) con 28 estados miembros. Y lo lograron a pesar de haber mantenido profundas diferencias que los llevaron a enfrentarse en dos guerras acaecidas durante la primera mitad del siglo pasado.
La piedra angular de esta integración fueron los principios: el Estado de Derecho, el reconocimiento a la independencia de las distintas funciones del Estado, la libertad de opinión, el respeto a los derechos humanos, el respeto al sistema democrático, entre los principales aspectos que los unen.
En cambio, Unasur tuvo un problema de origen: el intento de imponer la ideología del socialismo del siglo XXI en toda la región. He ahí la causa del fracaso, lo cual demuestra que al permitir que se atraviese la ideologización no aprendimos nada de la historia de pasadas tentativas fallidas cuando nos separaban los credos liberal o conservador, dependiendo del lado en que nos hallábamos.
Hace más o menos una década, cuando nació la Unasur, impulsada por el fallecido expresidente venezolano Hugo Chávez, a partir de una idea de su par brasileño Luis Ignacio ‘Lula’ da Silva (hoy preso por problemas de corrupción), en América Latina florecían los gobiernos de la tendencia del Socialismo del Siglo XXI, pero el péndulo se movió para el otro lado y los nuevos gobiernos no comparten aquella ideología.
Eso explica el retiro de Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Paraguay y Perú “hasta que se garantice el funcionamiento adecuado de la organización” según indicaron en un comunicado conjunto hecho público el pasado mes de abril. De ese modo, Unasur quedó al borde de la disolución, lo cual estaría cerca de empezar a cumplirse si el nuevo presidente colombiano, Iván Duque (asumirá el próximo 7 de agosto) refrenda la intención de abandonar definitivamente el organismo.
Pero la integración es importante. A pesar de las dificultades que atraviesan, los países de América del Norte mantienen un tratado, mientras acá no logramos integrarnos aun cuando tenemos los mismos problemas de pobreza, corrupción, narcotráfico. Además, los pesos y contrapesos son necesarios, sobre todo en una época en que los países se agrupan para negociar en bloques. Basta mirar lo que hacen los asiáticos.
Por eso mi planteamiento va en el sentido de evitar que Unasur se extinga. Para ello los distintos gobiernos tendrían que impulsar una reestructuración total del organismo en la que no prevalezca ninguna tendencia ideológica, sino principios comunes como el respeto a los derechos humanos, al sistema democrático, la división de funciones, que todos los países deben comprometerse a honrar, como en su tiempo lo hicieron los estados europeos. Todo en aras de una verdadera integración de América del Sur.
Sin la mitad de sus miembros, actualmente el organismo únicamente lo conforman los países de la ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) entre los que sobresalen Venezuela, Bolivia y Ecuador, aunque nuestro presidente, Lenín Moreno, ya anuncia que en la imponente sede construida a un costo de más de $40 millones en la Mitad del Mundo (al norte de Quito) próximamente funcionará una universidad indígena y ofrece, en reemplazo, una edificación más pequeña.
Es que el retiro de media docena de los miembros significa una disminución considerable de recursos para el funcionamiento del edificio, el pago de sueldos de su ‘espesa’ burocracia y otros gastos derivados, por cuanto Unasur se financia con el aporte de los socios. Y sin dinero la quiebra es inminente. Parafraseando al genial Gabriel García Márquez, la situación de Unasur se asemeja a la Crónica de una Muerte Anunciada.
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