El informe de diario El Tiempo de Bogotá sobre la situación en Tumaco resulta aterrador. Una zona que colinda con Ecuador donde alias Guacho ha impuesto el miedo gracias a las llamadas casas de pique, lugares donde las personas son torturadas y descuartizadas. Eso explicaría la facilidad con la que los hombres de ese grupo narcodelictivo operaba también en territorio ecuatoriano, donde pretendió someter a la fuerza pública con bombazos y ataques con morteros, donde pretendió sembrar el miedo con el secuestro y la ejecución de un equipo periodístico de diario El Comercio y con el posterior secuestro de una pareja de comerciantes.
Unos 2.000 uniformados que han desembarcado en esa localidad no han sido suficientes para recuperar la institucionalidad arrebatada al Estado colombiano y que ha puesto en riesgo a los 200 mil habitantes de esa zona que viven presas del pánico.
Según el informe de El Tiempo, siete casas eran usadas por la gente de alias Guacho para la tortura y el desmembramiento de personas con el fin de mantener el control y la vigilancia de 25 mil hectáreas de coca y las narcorrutas por las que sacan la droga, para lo que también necesitaban el control de parte del territorio ecuatoriano. El respaldo a toda la política de seguridad, a cargo ahora de Oswaldo Jarrín, que erradique por completo ese peligro en el lado ecuatoriano es urgente y necesario.
El Ecuador no puede ser parte del corredor de los carteles de la droga. Pero esa política de seguridad debe estar acompañada con un verdadero plan de presencia del Estado en esa zona. Un plan que ofrezca alternativas de empleo, salud y educación a una población abandonada en medio de carreteras de primer orden.
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