La vicepresidenta de Ecuador ha vuelto al país de los peores años del correísmo, con un discurso que no reconoce ningún error en el gobierno de Nicolás Maduro, tachado como una dictadura por 12 países del continente y casi todas las democracias occidentales. Un discurso que pretende ocultar la realidad de Venezuela, de un régimen que ha destruido su industria, su agroindustria, que ha llevado al colapso su moneda, que ha debido importar alimentos con tierras tan ricas, que se ha sobrendeudado para comprar armamento obsoleto a sus aliados y armar a grupos paramilitares.
La vicepresidenta, al parecer, ha ido a Estados Unidos con Las venas abiertas de América Latina en su maleta, un libro que el mismo Galeano confesó que no volvería a leer. “No sería capaz de leerlo de nuevo. Caería desmayado -dijo en una Bienal del Libro en Brasil-. Para mí, esa prosa de la izquierda tradicional es aburridísima. Mi físico no aguantaría. Sería ingresado al hospital”.
Pero ese discurso, esa prosa aburrida y llena de lugares comunes, fue elevada a política de Estado por el fallecido Hugo Chávez y todos sus acólitos, incluido el expresidente Rafael Correa. Un discurso que se creía superado en Ecuador con el llamado al diálogo, a la reconciliación, donde el otro es reconocido. En Venezuela ese diálogo fue un ganar tiempo para anular a la oposición, al que piensa distinto, con la complicidad de personajes como Zapatero, y para que Maduro pueda seguir bailando salsa, mientras los venezolanos arrastran a cuestas lo poco que les queda para huir de una pesadilla llamada socialismo del siglo XXI.
El presidente Lenín Moreno ha reconocido la existencia de presos políticos en Venezuela, de muertos en las protestas, pero la vicepresidenta habla de respetar los procesos. ¿Cuáles procesos? ¿Matar de hambre a todo un pueblo porque el chavismo ha sido incapaz de manejar las finanzas públicas, al menos con honestidad, puede ser un proceso? ¿Reducir el salario básico a tres dólares es un proceso? ¿Convocar a elecciones para buscar algo de la ninguna legitimidad que tiene, amparado en una fraudulenta Asamblea Constituyente puede ser un proceso? ¿Cuántos países han reconocido esa Constituyente integrada con elecciones a la cubana, aparte claro está de Gabriela Rivadeneira y Ricardo Patiño, los grandes opositores del Gobierno?
Si la Venezuela del chavismo es el norte de la vicepresidenta, está bien es su derecho, como es el derecho de una mayoría de ecuatorianos no sentirse representada en ese discurso. De una mayoría que votó Sí en la consulta popular para dejar atrás una década de discursos vacíos en la que unos pocos se enriquecieron tanto que la llamaron la década ganada.
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