El papa Francisco finalmente decidió reunirse en Chile con las víctimas de abusos sexuales del clero en Santiago tras confesar vergüenza por el daño irreparable causado a algunos niños. Lo hizo el segundo día de su visita a ese país luego de las protestas que dejaron medio centenar de detenidos.
Las víctimas “han podido contar sus sufrimientos al Papa Francisco, que les ha escuchado y ha rezado y llorado con ellos”, dice un comunicado divulgado por el Vaticano. En Chile, casi 80 religiosos abusaron de menores desde el año 2000, según una lista distribuida la semana pasada por la ONG estadounidense Bishop Accountability.
“No puedo dejar de manifestar el dolor y la vergüenza que siento ante el daño irreparable causado a niños por parte de ministros de la Iglesia”, dijo el papa ante las autoridades del país, suscitando los aplausos de los asistentes. Más tarde, en un encuentro con religiosos en la catedral de Santiago, los instó a tener la valentía de pedir perdón.
“Sé que a veces han sufrido insultos en el metro o caminando por la calle; que ir vestido de cura en muchos lados se está pagando caro”, dijo el papa, visiblemente preocupado por este asunto que no solo mancilla la imagen de la Iglesia sino que está produciendo una desconfianza galopante de los chilenos hacia la institución.
Uno de los casos más emblemáticos que marcaron a la sociedad chilena es el del sacerdote Fernando Karadima, denunciado en 2010 por varias víctimas y que el Vaticano condenó a retirarse “a una vida de oración y penitencia”.
En los últimos días se ha intensificado la presión al pontífice, que prometió al inicio de su papado hace casi cinco años tolerancia cero con los abusos, para que se castigue a los culpables y a sus encubridores para desterrar esta lacra que tantas víctimas ha causado en todo el mundo.
Para las víctimas, pedir perdón “no es suficiente”. “Necesitamos actos concretos que el papa no toma en la Iglesia chilena contra los abusadores”, dijo Juan Carlos Claret, vocero de la asociación de laicos de Osorno, que lucha para que se expulse al obispo Juan Barros, señalado como encubridor del caso Karadima.
Barros coofició la misa con Francisco y participó en un encuentro de obispos con el papa, desatando la ira en las redes sociales. “Si el papa se va de Chile sin el compromiso de investigar la complicidad de los líderes de la Iglesia, la desconfianza en la Iglesia se va a agudizar”, advirtió Anne Barrett Doyle, codirectora de Bishop Accountability en un comunicado.
Más de medio centenar de personas, según los carabineros, fueron detenidas en las protestas realizadas a la entrada del Parque O’Higgins contra el gasto que está generando para el Estado la visita del papa y contra los abusos de curas pederastas. Las manifestaciones se dieron durante la “misa de la paz”, que reunió a 400 mil personas.
En la madrugada de este martes se registraron tres nuevos ataques contra iglesias, en una comuna de Santiago y en La Araucanía (sur), que se suman a otros cinco que se produjeron el fin de semana pasado.
El papa ha llegado al país más hostil de América Latina con la Iglesia católica y en pleno cambio social: acaba de aprobar el aborto terapéutico y tramita en el Parlamento el matrimonio homosexual tras la adopción de la unión civil de parejas del mismo sexo, así como una ley de identidad de género.
El Vaticano no esconde que el viaje a Chile es uno de los más complejos que ha realizado el papa argentino. Se trata de la segunda visita de un papa a este país tras el que realizó Juan Pablo II en 1987, en plena dictadura militar (1973-1990).
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