Según el primer boletín oficial del Consejo Nacional Electoral de Venezuela la participación en las elecciones municipales en las que el chavismo se hizo con 20 de las 23 alcaldías, ascendió al 47,32%; es decir, 9,1 millones de venezolanos acudieron a votar. Parece chiste, pero no lo es; es a tragicomedia del absurdo.
Como siempre el órgano electoral chavista proclamó que las elecciones estuvieron a la altura “de las demandas de la jornada”.
¿Cuáles fueron las demandas? Desde el punto de vista del chavismo, las demandas de la jornada estuvieron marcadas por abrir la posibilidad a la reelección de Nicolás Maduro en la Presidencia en unas elecciones que seguramente se convocarán de inmediato para 2018. Para eso tiene una Asamblea Constituyente espuria que ya trazó la estrategia a seguir, cerrar todas las puertas a la oposición.
“Ellos ya decidieron quién es su candidato presidencial, pero no es (Henry) Ramos Allup, a pesar de que Acción Democrática según todas las encuestas es el principal partido de la oposición venezolana (…). Los demás partidos, Voluntad Popular, Primero Justicia, han desaparecido del mapa político venezolano, porque partido que no haya participado hoy y haya llamado al boicot de las elecciones no puede participar más -dijo Maduro en una de sus tantas alocuciones cansinas-. Ese es el criterio que la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) ha esgrimido, y yo, como jefe de Estado de un poder constituido, los apoyo. No podrán participar, desaparecerán del mapa político”.
Fue el escenario perfecto para pedir a su Asamblea que llame a elecciones presidenciales adelantadas con la ida de rematar el golpe de Estado perfecto, con una oposición que no estuvo a la altura de las circunstancias, dividida, arrinconada, con la única esperanza de la actuación de las Fuerzas Armadas.
El chavismo ha hundido a Venezuela en la más profunda miseria social, económica, política y espiritual. Hay un dejo de conformismo y derrota entre sus habitantes. El poder político, precursor del socialismo del siglo XXI, que no es más que la más absoluta miseria del siglo XXI, amenaza con destruir totalmente ese país ante la indiferencia de la comunidad internacional, que no sabe cómo actuar, con unas llamadas izquierdas latinoamericanas cómplices. Absolutamente cómplices, porque comparten esa idea del poder totalitario, porque eso les permite vivir como reyes sobre los hombros de un país arruinado.
Érase una vez… es una expresión popular que sirve siempre como introducción a un cuento de hadas, en el caso de Venezuela se aplica como una introducción a una película de terror, al igual que esa película de Emir Kusturika, Underground.
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