Un niño crucificado por nazis ucranianos en la primera planta. Hillary Clinton comprando la Casa Blanca para esquivar la cárcel es algo que ocurrió en la segunda, junto a la salida de emergencia. Los refugiados violando a chicas en Alemania es obra de los cuatro del fondo, con otro que dimitió.
En el número 55 de la calle Savushkina se fabrica suficiente ciberestiércol para enterrar varias veces a Occidente, pero difundirlo requiere un esfuerzo constante. Según diario El Mundo, docenas de jóvenes de entre 20 y 30 años mantienen activa esta fábrica de mentiras 24 horas al día, siete días a la semana, a las afueras de San Petersburgo.
Vitaly Bespalov trabaja en la actualidad como periodista divulgando la prevención del sida. En 2014 era un siberiano recién llegado de Tyumen a San Petersburgo que acababa de perder su empleo. “Estaba buscando trabajo en anuncios en internet y encontré una vacante de “administrador de contenido” que en realidad eran trolls”. La compañía era Internet Research, propiedad del empresario Evgeny Prigozhin, apodado el Chef de Putin por sus buenas conexiones con el presidente ruso, que le ha encargado la organización de varios banquetes de Estado.
“En el anuncio no estaba claro qué tipo de compañía era, y en la entrevista de trabajo tampoco me dieron muchos detalles!. Lo sentaron delante de un ordenador en el primer piso, el dedicado a la elaboración de noticias: “Unos días más tarde me di cuenta de dónde estaba”.
Una planta por encima de él, otros compañeros creaban perfiles falsos en redes sociales: simulaban ser ucranianos descontentos con el nuevo gobierno prooccidental, o norteamericanos hartos de Barack Obama. La posverdad rusa puede decir una cosa o la contraria: al público alemán, donde crece la extrema derecha, se le dibuja una Europa que da barra libre a los inmigrantes.
El hecho de que el Estado ruso, que financia este canal, prohíba promover el separatismo en Rusia no impide alimentarlo en el extranjero. Una idea y la opuesta son posibles: si se encuentra el público adecuado, corren como la pólvora. Marat, otro ex troll de granja, recuerda el proceso de trabajo en un día normal: provocar discusiones en las redes creando grupos formados por tres personas en las que una de ellas ejerce el papel de malo criticando al Kremlin para dar pie a que le contesten los otros dos elogiando el liderazgo de Moscú, y siempre con mejores argumentos. P
ara poder mantener el tono adecuado, los controles ideológicos en la granja eran constantes en un edificio que sus ex trabajadores recuerdan como frío y sombrío, con puertas dividiendo cada sección. En los pisos superiores estaban los más ideologizados, los blogueros, difundiendo mensajes en la línea del Kremlin, o más bien sembrando la duda sobre la posición de EEUU, la OTAN, Ucrania o la Unión Europea.
En la última planta está el comedor donde hay que almorzar a toda prisa para no correr el riesgo de ser sancionado con siete euros de multa. Al fondo trabajan grupos centrados en colgar información en redes como Facebook, Vkontakte, LiveJournal, Twitter y YouTube.
No sólo se colgaban textos que, por normas de la fábrica, debían tener 200 caracteres de extensión. También memes o viñetas satíricas riéndose, por ejemplo, de Obama: “Nosotros no negociamos con terroristas… los financiamos”. Desde los chistes inocentes a las mentiras sobre la guerra de Ucrania, todos los frutos de la granja necesitan mano de obra para promoverlos artificialmente: en Savushkina 55 se engendran cada semana cientos de cuentas falsas.
Como si fuese una cadena de montaje, hay gráficos con objetivos: grupos de 20 personas, 135 comentarios al día por trabajador, 50 webs gestionadas… La demagogia llevada de lo individual a lo industrial en turnos de 12 horas: dos días se trabaja, dos días se descansa. La fábrica nunca se para.
Bespalov escribía 20 noticias por día: “Siempre sobre Ucrania, copiaba las noticias que encontraba en internet de una manera que fuese aceptable para los medios estatales rusos, a la hora de hablar de los separatistas prorrusos escribía en lugar de terroristas la palabra milicianos y demás”. Con su pelo despeinado y los ojos cansados, Bespalov habla de aquel año como una experiencia vacía. “Aquello era como un show de telerrealidad”.
La empresa, aunque se basa en la magia de compartir contenido, no favorece la interacción entre los trabajadores. Cada uno tiene su sitio, y los de arriba, que hacen un trabajo más creativo, con frecuencia miran con desprecio a los de abajo: “Muchos de ellos son buenos chicos, no están interesados en política”.
Los jefes se preocupaban sobre todo “de que nadie se fuese antes de la hora”. No hacía falta repetir que estaba prohibido criticar a Rusia. Algunos ex trabajadores recuerdan el ambiente funcionarial del lugar. Otros han divulgado que el éxito de su trabajo se medía por el número de visitantes a su web. Era posible ascender por méritos propios dentro del ejército cibernético de Putin. Bespalov no tardó en aburrirse. “Pero decidí seguir trabajando para encontrar más información y contarla”. Todavía hoy sigue recibiendo amenazas por tener la boca tan grande. Su trabajo está lejos de ser el de un hacker: no robaba información, pero los mismos trolls y bots rusos ayudaron a difundir datos robados por supuestos ciberladrones rusos, como los que robaron los correos del Partido Demócrata de Hillary Clinton.
La decisión de prepararse para una ciberguerra se enmarca en la doctrina desarrollada por el general ruso Valery Gerasimov, según El Mundo, que sostiene que la línea que separa a la guerra de la paz es difusa, por lo cual hay que desarrollar tácticas que permitan trabajar en las sombras.
Andrei Soldatov, autor del libro La web roja y experto en ciberseguridad, considera que hay indicios de que los que asaltaron el mail del Partido Demócrata contaron con el apoyo de una estructura estable y amplia. Estuviese o no la mano de Moscú detrás, la jugada expuso las vergüenzas de uno de los bandos en un momento sensible.
Parece que Rusia tiene un cuchillo para abrir en canal los secretos occidentales: grupos de piratas como Fancy Bears, fundamentales en la victoria de Trump. Un tenedor para fijar su mensaje: sus medios públicos en idiomas extranjeros. Una cuchara para alimentar a los ya convencidos: trolls por horas. Pero también hay una cucharilla de postre: los bromistas oficiales, que portan un embuste dulce para el público y amargo para su víctima.
Sus víctimas suelen ser siempre personas o entidades que han chocado en un momento o en otro con el Kremlin. Al cantante Elton John le hicieron creer que estaba hablando con el presidente Putin. Se han cebado con políticos ucranianos como el presidente Petro Poroshenko y también se la han devuelto a la Agencia Mundial Antidopaje, uno de cuyos mandatarios les reconoció (sin saber que estaba siendo grabado) que en lo que se refiere a las sanciones a deportistas de Rusia, esto es todo política.
La empresa Internet Research se creó en el año 2014, cuando se fraguaba la más grave crisis entre Ucrania y Rusia. En ese contexto fueron claves algunos blogs que parecían hechos por ucranianos. Esos posts luego se convertían en las fuentes que citaban las noticias falsas escritas en el primer piso, donde se inició como troll el joven Bespalov.
Sancionado en 2016 por EEUU por financiar la ocupación militar de Rusia en Ucrania, el pasado de Prigozhin está manchado por problemas con la justicia. Tras pasar ocho años en prisión por fraude y robo, su rehabilitación pública llegó por fin con la empresa de hostelería Concord Catering. La posibilidad de hackear blancos en otros países y manipular la información es una herramienta fundamental dentro de la doctrina Gerasimov, y ahí Prigozhin ha sabido purgar con patriotismo pecados del pasado.
Aunque no siempre es fácil seguir el rastro del dinero, algunas veces salta a la vista gracias a investigaciones de entidades como OpenDemocracy. Internet Research ha desaparecido del registro pero la FAN (Federal News Agency) ha aparecido en el mismo edificio. Las empresas de Prigozhin habrían aportado un presupuesto mensual a Internet Research de en torno a medio millón de dólares. El Kremlin dice no saber nada. Dimitri Peskov, portavoz presidencial, niega conocer la existencia de la granja de trolls.
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