Los resultados de las elecciones legislativas primarias celebradas el último fin de semana en Argentina, parecen confirmar la disminución de la influencia de la corriente del Socialismo del Siglo XXI en ese país y en la región.
Al inclinarse por la tendencia de centroderecha, liderada por el presidente Mauricio Macri, las votaciones confirman el respaldo que lo instaló en la Casa Rosada en 2015, a pesar de haberse visto obligado a tomar medidas que afectaron el bolsillo de los argentinos como las alzas de las tarifas de luz y agua, entre otras, para enfrentar la crisis económica que dejó como herencia el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
Con un apoyo sostenido a escala nacional y un viraje en provincias que hasta hace poco eran consideradas bastiones del kirchnerismo, el voto por la coalición gobernante, Cambiemos, refleja el deseo de una gran parte de la población por dejar en el pasado al llamado Socialismo del Siglo XXI que dominó la escena política de ese país durante 12 años.
De refrendarse –en los comicios definitivos del próximo octubre- lo sucedido en las primarias, el oficialismo no solo mantendrá su base electoral sino que aumentará su bloque de diputados y senadores, con el consiguiente incremento de maniobra política aunque no tenga el control total de las dos cámaras.
A pesar de las denuncias de corrupción, algunas medidas de corte populista tomadas por el kirchenismo cuando estuvo en el poder explicarían el mano a mano entre las listas del gobierno y las de la expresidenta en la provincia de Buenos Aires, donde la votación está dividida. No obstante, Cristina tendrá que encajar el golpe por la pérdida en otras provincias donde era imbatible.
La corriente populista, que en varios países de la región se cobijó bajo el llamativo nombre de Socialismo del Siglo XXI, promete mejorar rápidamente las condiciones de vida del pueblo, a cambio de votos que le permitan captar el poder para cambiar las reglas del juego y ejercerlo en forma total e indefinida.
Esta invención nada tiene que ver con el Socialismo Democrático, sistema que bien entendido, y aplicado en forma adecuada, es una buena opción de gobierno para los pueblos. Los países nórdicos, cuyos habitantes disfrutan de un gran nivel de vida, dan cuenta de ello.
Aunque en distintas épocas, el populismo ha sido representado por los gobiernos de Juan Domingo Perón, Carlos Menem y el matrimonio conformado por Néstor Kirchner y Cristina Fernández; los dos últimos se sucedieron en el poder.
Como si fuera un producto, el denominado Socialismo del Siglo XXI se “vendió” bien en varios países de América Latina, lo cual produjo una concentración de poder que acabó con la independencia de las distintas Funciones estatales, acaparó todos los organismos de control y no respetó la libertad de expresión. Así fue incubándose el caldo de cultivo de la corrupción.
Infortunadamente para Argentina (igual para otros países) el fenómeno del populismo ha sido recurrente desde mediados del siglo pasado. Aunque en distintas épocas, esta tendencia ha sido representada por los gobiernos de Juan Domingo Perón, Carlos Menem y el matrimonio conformado por Néstor Kirchner y Cristina Fernández; los dos últimos se sucedieron en el poder.
A su turno, cada uno de esos regímenes sembró la esperanza de una vida mejor, con medidas que parecían encaminar al país por una senda de riqueza, pero a la larga fueron actos de relumbrón porque destrozaron la economía. La última vez, la pareja Kirchner- Fernández puso el desorden. En cambio, a Mauricio Macri le ha tocado ordenar la economía.
El Ecuador también se dejó encandilar por el Socialismo del Siglo XXI. La última década, acá también imperó un modelo concentrador que acaparó todos los poderes. Hoy asistimos asombrados a una avalancha de denuncias de corrupción, que rebasan los límites de lo imaginable. En ellas aparecen involucrados anteriores y actuales funcionarios de primer nivel.
En una labor que parece haber sido orquestada, se dio vía libre a la corrupción con el apoderamiento de la Justicia, la Fiscalía, la Contraloría, organismos que sin la independencia que deben ejercer en un estado verdaderamente democrático, miraron para otro lado en lugar de sancionar las irregularidades. Así, la impunidad estaba garantizada.
Si bien por ahora el modelo político se mantiene, el nuevo gobierno, de Lenín Moreno, quien dice ser parte de la misma vertiente ideológica, ha mostrado la predisposición de sancionar la corrupción. En el proceso, ojalá que se anime a convocar a una consulta popular para despolitizar los organismos de control.
Luego de todo lo que hemos pasado en Ecuador, Venezuela, Argentina… ¿se debilitará el llamado Socialismo del siglo XXI hasta quedar como un pasaje oscuro de la historia? Quisiera pensar que aquello sucederá porque triunfará el sentido común de los ciudadanos.
Alguna ocasión, el que fuera cinco veces presidente del Ecuador, José María Velasco Ibarra, dijo: “el pueblo es intuitivo”. Al parecer, el pueblo argentino ha intuido que el kirchnerismo no trajo beneficios para el país y que las medidas tomadas por Macri, aunque duras, han sido adoptadas para enfrentar la crisis.
Ojalá que el Ecuador se contagie de esta virtud mostrada por el pueblo argentino para que no vuelva a dejarse engañar por los cantos de sirena del populismo.
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