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La tarea que tiene Lenín Moreno es la de revaluar la palabra presidencial

Francisco Huerta Montalvo
Universidad Casa Grande
viernes, julio 7, 2017
En un momento en que el país clama por unidad para salir de la crisis no es sano que haya ciudadanos que busquen generar confrontación. Sin embargo, al parecer algunos todavía creen que la política implica la riña, la reyerta, la trifulca. No conocen (ni quieren probar) un estilo concertador.
Tiempo de lectura: 3 minutos

Expectativa es la palabra que define al Ecuador en los actuales momentos. Expectativa frente al diálogo nacional convocado por el presidente Lenín Moreno. Expectativa por conocer la real situación económica del país. Expectativa por la lucha contra la corrupción. Expectativa por la acción de la Justicia, expectativa por saber qué pretende hacer la oposición y también por la crisis al interior de Alianza País.

Durante las pocas semanas que lleva en Carondelet, el presidente se ha empleado a fondo en marcar diferencias con su antecesor y coideario, Rafael Correa. El acercamiento con las Fuerzas Armadas, el llamado al diálogo nacional, los indultos concedidos a seis dirigentes sociales sentenciados por participar en protestas en la provincia de Pastaza, la eliminación de las sabatinas, entre otros hechos, confirman la intención de dejar atrás la postura de confrontación anterior.

Todo esto representa un paso enorme y ha tenido gran repercusión en la ciudadanía. No obstante, el país espera que Moreno también marque su huella en otros asuntos medulares como el tema económico. Por decir algo, ya es hora de que nos haga saber el estado en que dejó al país la administración pasada; esta cuestión trascendental aún no es esclarecida pero ya se anuncia la elaboración del Plan Cuatrianual.

Igualmente ha sido bien recibido el anuncio de que el Gobierno pedirá apoyo a la Organización de Naciones Unidas (ONU) para luchar contra la corrupción, aunque la integración del frente nacional que trabajará para lograr ese objetivo ha ocasionado reparos por la designación de algunos miembros del oficialismo. En todo caso, habrá que esperar un tiempo para saber los lineamientos de este tema. Ojalá que el mecanismo no defraude.

La Justicia es otro aspecto fundamental. El presidente ha manifestado que respetará la independencia de funciones. Y esa sola declaración, que no debiera admirarnos en un Estado de pleno derecho, dice bastante del manejo del aparato de justicia que hasta hace poco respondía a las consignas de quien se creía su propietario. Por ello hace falta que Moreno diga  si está dispuesto a impulsar un verdadero golpe de timón que nos lleve a tener una justicia efectiva y autónoma.

En el otro borde, el de la oposición, todavía no sabemos su norte. En temas que debieran configurar posiciones comunes, como los casos del excontralor, Carlos Pólit, o del vicepresidente Jorge Glas, hemos visto algunos antagonistas sueltos, pues se han escuchado expresiones discordantes como “yo no voto por esta payasada”. ¿Qué quiere la oposición? Aún no lo sabemos.

La desorientación también afecta al movimiento oficialista, Alianza País, que controla la Función Legislativa. Por ahora lo único claro es que a varios miembros de esa tienda política les resultan insufribles las reuniones del presidente con dirigentes de partidos considerados adversarios. Así lo han señalado de forma altisonante algunas asambleístas identificadas con el anterior mandatario. ¿Cómo actuarán en adelante?, ¿el bloque se mantendrá unido o habrá una ruptura?, ¿intentará botar a Moreno? Está por verse.

En un momento en que el país clama por unidad para salir de la crisis, resulta insano que haya ciudadanos que busquen generar confrontación. Sin embargo, al parecer algunos todavía creen que la política implica la riña, la reyerta, la trifulca. No conocen (ni quieren probar) un estilo concertador.

Anteriores expresiones de calumnia, difamación, ultraje, mentira… dichas con total desparpajo y durante mucho tiempo hicieron perder peso, devaluaron la palabra presidencial. Esto, aunado a unos diálogos engañosos que llamaban a la participación ciudadana mas no tomaban en cuenta las propuestas de los participantes minaron la credibilidad de la palabra presidencial, porque al final se imponían los deseos del mandamás. Consecuencia de esas actitudes ahora tenemos verdaderos monumentos al despilfarro como Yachay o la Refinería del Pacífico.

La tarea que tiene Lenín Moreno, de revaluar nuevamente la palabra presidencial es difícil pero posible. Entre tanto, el país mantiene la duda y la expectativa.

 

 

 

 

 

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