Tras su reciente partida a Bélgica, cabe esperar que se cumpla el deseo manifestado, hace más de un año, por el entonces presidente Rafael Correa: “Creo que el país necesita descansar de mí y yo necesito descansar un poquito del país”.
Sí. Es de esperar que descansemos todos y que finalice esta suerte de tragicomedia, montada, muy a pesar nuestro, por un grupo de actores anodinos que intentaron mostrarse unidos en una foto de sonrisas fingidas. Casi de inmediato, los gestos se convirtieron en muecas, cuando Lenín Moreno empezó a mostrar un estilo concertador. Lo opuesto de su antecesor.
Seis años como vicepresidente de Correa fue tiempo de sobra para conocerlo. Moreno sabía que llegado a la Presidencia lo rondaría como fantasma. Por eso, ni bien acababa de firmar el decreto de investidura comenzó a emitir señales de que su forma de gobernar sería distinta.
Luego vinieron algunas acciones: los acercamientos a las Fuerzas Armadas y la Conaie, la concesión de media docena de indultos a luchadores sociales… Sin embargo, quizás el hecho que causó más encono al mentor del actual presidente, y algunos de sus acólitos, fue el llamado al diálogo nacional y tender puentes con otras organizaciones políticas como Fuerza Ecuador (FE), el Partido Social Cristiano (PSC) y la Izquierda Democrática (ID).
No obstante, toda cortina de humo termina por deshacerse y pone nuevamente a la vista las cosas que se buscaron tapar. Actualmente el país tiene muchos problemas.
A estas alturas es vox populi que delegados de ciertos partidos encabezan algunos Ministerios. ¿Cuánto durarán en los cargos? Podrían quedarse hasta el próximo diciembre, o continuar más tiempo. Eso dependerá de los vaivenes políticos. Ahí se pondrá a prueba el talante diplomático y conciliador del presidente.
Cada hecho político tiene una intención oculta. De ahí que no es descabellado imaginar que el reciente culebrón de dimes y diretes entre algunos miembros de la cúpula de Alianza País no sea más que una estrategia de carambola jugada a tres bandas: mortificar a Correa, de paso levantar el avispero en el sector ortodoxo del movimiento, y centrar la atención en un tira y afloja emitido en tiempo real en redes sociales.
No obstante, toda cortina de humo termina por deshacerse y pone nuevamente a la vista las cosas que se buscaron tapar. Actualmente el país tiene muchos problemas. Todos requieren soluciones urgentes, pero lo prioritario es la economía. Ha transcurrido un mes y medio desde la asunción de Moreno, pero él aún no revela toda la información sobre el estado en que dejó la economía el gobierno pasado. Únicamente ha adelantado que “no quedó la mesa servida” y que su antecesor debió ser más cauto en los gastos.
En septiembre, el Ejecutivo tendrá que enviar a la Asamblea el nuevo Presupuesto General del Estado y todavía el país no conoce los estados financieros, no sabe si habrá nuevos impuestos o bajarán los actuales, no tiene claro cómo se crearán 250 mil empleos, ni el precio del barril de petróleo que se proyectará en la Pro forma… Solo sabemos que hay crisis, porque se la siente y se la vive en forma de desempleo y el aumento del costo de la vida.
Ya es tiempo de comenzar a tener certezas. La concertación, los diálogos tienen que traducirse en acuerdos para gobernar. Al mismo tiempo es necesario fijar reglas para impulsar el crecimiento económico, la diversificación de mercados, la comercialización de productos no tradicionales. Parecería que, de momento, estos temas habrían sido relegados, pero es urgente salir de la incertidumbre.
En la práctica, este es un año perdido. La Comisión Económica para América Latina (Cepal) estableció que la tasa de crecimiento del país será menor al 1%. De no haber sido eliminadas las salvaguardias y sin la vigencia del Acuerdo Multipartes con la Unión Europea, la situación sería peor.
El país también se halla a la espera de decisiones firmes sobre el combate a la corrupción. No basta con haber designado un Frente Anticorrupción, cuyas funciones todavía no están del todo claras.
Los responsables de los presuntos sobreprecios en obras como la Refinería del Pacífico, la Refinería de Esmeraldas, la corrupción en Petroecuador, las coimas de Odebrecht, y tantos otros trapos sucios que hoy salen a la luz, tienen que ser debidamente sancionados. Esto pasa por la realización de investigaciones diáfanas, con derecho a la defensa de los implicados. Todo eso requiere decisión política, no cortinas de humo.
A casi 50 días de instalado el nuevo Gobierno, es momento de que los anuncios efectuados por el presidente empiecen a convertirse en certezas. Además, ya se fue Correa, el protagonista de la última tragicomedia ecuatoriana.
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