Lo advierte el último libro elaborado por el FMI sobre el impacto que tiene la situación política en el déficit, la deuda o la política fiscal. En ese estudio, el Fondo advierte de la amenaza que suponen para la disciplina presupuestaria los gobiernos que carecen del suficiente respaldo parlamentario o que están apoyados en una coalición. Estos ejecutivos débiles, concluye, aumentan la deuda el doble que otros más estables.
El libro trata sobre el papel que desempeña la coyuntura política en la política fiscal. Con una amplia base de datos que recoge 90 países durante 50 años, la evidencia empírica resulta inapelable: el Fondo concluye que la deuda pública aumenta el doble en las legislaturas en las que los gobiernos no tienen control del parlamento.
Y no solo eso: allá donde un gobierno presenta debilidad política la reducción del déficit es siete veces menor de lo presupuestado. A fin de evitar alteraciones estadísticas, se restan los casos extremos como los rescates sufridos durante la crisis del euro.
“Cuando los gobiernos tienen amplias mayorías, la diferencia entre lo que consiguen hacer y lo que prometen es muy pequeña. Si tienes gobiernos frágiles resulta muy difícil movilizar una mayoría en el parlamento, y en esos casos la diferencia es mucho mayor”, afirma Vítor Gaspar, director de Asuntos Fiscales del FMI. Y el efecto es similar sobre la deuda cuando hay un gobierno de coalición o si se tienen más ministros que la media, esto es 14.
Otro hallazgo llamativo consiste en que los años en los que se celebran elecciones el déficit se eleva de media un 1% más, sobre todo en aquellos países con peor calidad de las instituciones. El gasto en esos momentos suele dispararse en salarios públicos, aunque también en pensiones y subsidios.
Curiosamente, la inversión siempre cae en ese ejercicio, y ello se explica porque el pico se detecta 28 meses antes. Es decir, se busca que la inauguración esté lista en año electoral. “Hemos encontrado que el desembolso en obra pública guarda una menor correlación con el ciclo electoral en aquellos países que cuentan con mecanismos de evaluación técnica de las inversiones”, explica Carlos Mulas, coordinador del libro.
En contra de los tópicos, el estudio revela que el color del partido no tiene tanto impacto en la política fiscal. “En esta crisis las ideologías han sido barridas”, sostiene Carlos Mulas. En parte porque las políticas de demanda han demostrado un efecto temporal, son inflacionistas y resultan difíciles de implementar en economías abiertas.
No obstante, sí se que aprecian dos diferencias de peso entre gobiernos izquierdas y de derechas. La izquierda tiende a subir el IRPF, considerado más progresivo. En cambio, la derecha suele subir el IVA, etiquetado como más eficiente porque no desincentiva el trabajo y grava las exportaciones.
La otra diferencia significativa reside en la inversión. Los gabinetes de izquierda suelen hacer mayores inversiones públicas y durante más tiempo, un hecho que denota un sesgo keynesiano y que se ha reforzado con la crisis. Al contrario de lo que se piensa, la ideología no afecta al gasto social.
La razón estriba en que este abarca sobre todo pensiones, subsidios de paro, educación y sanidad, unas políticas que están garantizadas por el Estado de Bienestar y que, por tanto, no suelen alterarse al cambiar el gobierno.
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