Una de las ofertas de campaña de Donald Trump, que llamó la atención de los electores de Estados Unidos y del mundo, fue la construcción de un muro en su frontera con México, pero se trató de un eslogan para llamar la atención sobre el tema de la inmigración ilegal, además de introducir un debate constante y una imagen latente del tema en la mente de los electores.
Precisamente, el debate ha girado en torno a que una vez construido el muro se acabaría incluso con el narcotráfico, pero el problema de las drogas en Estados Unidos ha sucedido por décadas e incluso se ha invertido billones de dólares en la llamada ¨Guerra contra las drogas¨. Esto ha provocado que ahora las cosas sean peores en muchos lugares de este país norteamericano. De hecho, la gente pobre e inocente de México participa de esto ya que al ser un comercio tan lucrativo, los jóvenes de ese país están expuestos y se dirigen a una inmensa corrupción, explotación y degradación.
En ese sentido, el narcotráfico no disminuirá con la construcción de un muro. La única buena razón para construirlo es el empleo temporal y la estimulación económica, especialmente para los ciudadanos estadounidenses con bajos ingresos. Sin embargo, esta obra conlleva un mantenimiento a largo plazo y su resguardo supera el potencial beneficio.
Muchas empresas mexicanas han dado su beneplácito en formar parte de la construcción y han realizado cotizaciones, ellos están en lo correcto al apostar por contratos más lucrativos. La iglesia se ha pronunciado en contra de esto; sin embargo, en términos de moralidad, probablemente no es un tema que a la iglesia le correspondería involucrarse. La iglesia ahora amplía sus opiniones con respecto a estos temas políticos, en los que tradicionalmente no se ha involucrado, pero ahora abarca temas como el cambio climático, la crisis de los refugiados e incluso la candidatura de Trump. Quizá se arriesga al intervenir en estos temas.
Desafortunadamente no es posible que en pleno siglo XXI se hable de fronteras. Todavía existen en el mundo sociedades culturalmente pobres y opuestas. Así, la abrumadora mayoría de la población mundial podría ser vista como tal si se considera el punto de vista de los países desarrollados: Europa Occidental, Australia, Nueva Zelanda y Norteamérica. Todas estas naciones tienen estándares de vida estables, prósperos y relativamente pacíficos para todos sus ciudadanos. La oferta de migración podría abrumar a cualquiera de estos países y de manera rápida si existiera puertas abiertas para todos. Por lo tanto, sería viable tener algún tipo de barrera en ciertos lugares donde la inmigración ilegal masiva es posible debido a las grandes fronteras geográficas abiertas.
Desafortunadamente, la migración es un problema social que no acaba con la construcción de muros. Es una realidad en el mundo que vivimos, pero la gran mayoría de la población vive en la pobreza e inestabilidad. Este problema requiere un cambio cultural global, tanto por las personas que habitan en países en vías de desarrollo como aquellas que se encuentran en países desarrollados. En lugar de invertir grandes sumas de dinero en preparación militar y luchar en guerras, ese esfuerzo podría ser dirigido de igual manera a mejorar las condiciones de vida de las personas en el mundo. Todavía el mundo es maquiavélico y a menos que se comience a cambiar esto a escala global, las divisiones aumentarán así como los conflictos, creando fronteras más fuertes, más no abiertas.
En Estados Unidos, el dinero que se va a gastar en construir el muro puede ser invertido en otras áreas como en la contratación de más agentes de patrulla fronteriza y aumentar la vigilancia mediante alta tecnología, incluyendo sensores y drones. Además, si el fin es controlar la migración ilegal este problema se puede solventar en cierta medida al fortalecer las leyes para quienes ingresan así, especialmente aquellos que han cometido crímenes o están relacionados con las drogas.
Esto ya es parte de la política migratoria de Donald Trump. Él ha propuesto sentencias obligatorias mayores para las personas que reingresan a los Estados Unidos de manera ilegal, incluso con penas aún mas duras que las que tienen antecedentes penales. Si esto se aprueba, ciertamente disuadirá a que muchas personas opten por esta vía.
Aunque la migración o la construcción de un muro para frenarla no es un problema de Donald Trump. Se trata de un problema que tiene que ver con el número de inmigrantes ilegales que llegaron a ese país a partir del gobierno de Bill Clinton. Cualquier país que tiene millones de inmigrantes indocumentados enfrenta problemas económicos y sociales. Trump ha hecho campaña para resolver este problema, pero de una forma increíblemente compleja, sin embargo no existe -o puede existir- un problema con los migrantes en general; al contrario, USA es una nación migrante y seguirá buscando en el futuro trabajadores calificados en el extranjero. El problema aquí tiene que ver con el nivel sin precedentes de inmigrantes indocumentados ilegales que allí existe.
En ese sentido, el muro es un símbolo que Donald Trump ha utilizado para abordar y representar ese problema. Sin embargo, si sus partidarios insisten en que este símbolo se convierta en una realidad, Trump podría seguir adelante con ello por razones políticas. Pero la verdadera política de inmigración radica en sus propuestas legislativas, tanto con respecto a los inmigrantes ilegales que ya están en Estados Unidos, como con políticas para la migración legal futura.
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