Tras varios lustros en los que el crecimiento de las marcas Chanel, Louis Vuitton y Prada superaba el 10% anual, estos porcentajes comienzan a caer hasta la mitad, según expertos de la industria del lujo.
La consultoría The Boston Consulting Group dice que las principales razones de esta desaceleración está la retracción del mercado chino. Ya no compra con la compulsión de hace unos años y, lo que es más preocupante: ningún otro país emergente puede igualar su capacidad de consumo a medio plazo, según el vicepresidente ejecutivo de Hermès, Guillaume De Seynes, reseña diario El País.
La frivolidad es un lujo del pasado, dice El País, porque el sector se está viendo obligado a reestructurar sus estrategias y expectativas. Una colección fallida o el fracaso de un bolso en cuyo lanzamiento se han invertido millones ya es un problema.
Por eso, la temporada de la Semana de la Moda en París ha puesto presión por mantener los beneficios de tiempos opulentos. En la de Chanel, Karl Lagerfeld ha decidido hacer un alarde apoteósico de la grandeur de la casa francesa en el último día de desfiles. La temática era espacial: abrigos que mezclan lana y tejidos metalizados, vestidos de punto de lúrex, botas bajas con purpurina y una suerte de capas rígidas a medio camino entre mantas térmicas y papel de embalaje que conferían a las modelos el aspecto de una virgen sideral.
Louis Vuitton no se quedó atrás y organizó su desfile dentro del museo del Louvre. Entre esculturas clásicas y bajo la cúpula de cristal del hall de Cour Marly, Nicolas Ghesquière ha desplegado una colección que busca confrontar la delicadeza de la lencería con la aparente tosquedad de materiales tratados técnicamente y piezas urbanas y agresivas.
El show, según El País, comenzó con un juego de luces que se proyectaban sobre las paredes del espacio y entre las obras de René Frémin aparecieron los chaquetones de patchwork de distintas pieles, abrigos masculinos de neopreno y cuero abrazados a la cintura por cinturones, minifaldas de lana cortadas a tijera.
Miuccia Prada ha invocado los años veinte y setenta para ofrecer una visión exagerada del glamour. El pelo fue el hilo conductor: apareció primero en abrigos desmesurados y después en el cuello de gabardinas de plástico transparente y en las poderosas hombreras de sus anoraks deportivos. También en gorros, botas de esquimal y maravillosas sandalias que la diseñadora italiana declina en práctico raso.
Moncler construyó su colección en torno al abrigo, su pieza estrella, que para el próximo otoño invierno transita del chaquetón de leñador al plumífero estampado con pequeñas flores. La mezcla de tejidos clásicos como el tweed y la lana con materiales tecnológicos define una estética donde se cruzan Brokeback Mountain y La casa de la pradera.
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