A las 16:39 murió Ricardo Piglia, a los 75 años. Es uno de los autores decisivos de la literatura contemporánea en español. “No sufrió. Se levantó, se sintió mal y murió de un infarto”, contó Luis, un amigo que lo acompañaba en su casa en ese momento.
El narrador padecía desde 2014 esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una enfermedad neuromuscular progresiva que lo privó paulatinamente del control del propio cuerpo. Sus restos serán velados hasta las 13.
Piglia batalló contra el ELA y trabajó, escribiendo y corrigiendo hasta el final: dejó libros que serán publicados a lo largo de los próximos cuatro años. Entre ellos, Un día en la vida, tercer tomo de sus diarios novelados, que será publicado en septiembre y abordará sus últimos meses como profesor en Princeton y su regreso a la Argentina.
Narrador, editor, crítico literario y ensayista de prestigio internacional, Piglia había nacido en Adrogué en 1940. Estudió Historia en La Plata y enseñó literatura latinoamericana en las universidades de Harvard y Princeton durante 20 años. Fue galardonado con los premios Formentor (España, 2015), Rómulo Gallegos (Venezuela, 2011) e Iberoamericano de Letras José Donoso (Chile, 2005) . En 2011, ya jubilado como docente, volvió a Buenos Aires.
El diagnóstico de ELA se hizo público en abril de 2015 cuando Editorial De La Flor difundió por Twitter a raíz de su caso una convocatoria para juntar firmas que permitieran acelerar la aprobación en los Estados Unidos del uso de Genervon GM604, un medicamento todavía en experimentación.
“La enfermedad me ha hecho descubrir la experiencia de la injusticia absoluta. ¿Por qué a mí?, se pregunta uno, y cualquier respuesta es ridícula. La injusticia en estado puro nos hace rebelarnos y persistir en la lucha” , declaró entonces.
Desde su debut como escritor, en 1967, con el volumen de cuentos La invasión, empezó a recibir el reconocimiento de sus colegas. Un libro donde aparece Emilio Renzi, su alter ego periodista y aspirante a escritor, habitual en sus obras. Sus historias se caracterizan por ser tramas sentimentales o de bajos fondos que esconden algún secreto, rodeadas por un suceso policial que lo lleva a indagar sobre el poder y sus resortes.
Piglia escribió cinco novelas, entre 1980 y 2013. Desde la primera, Respiración artificial, se ganó un lugar entre los autores latinoamericanos indiscutibles posteriores al boom. A esa historia sobre la dictadura militar de su país le siguieron 12 años de silencio, hasta La ciudad ausente. Cinco años más tarde, en 1997, su literatura llegó al gran público con Plata quemada. Otros 13 años de silencio fueron interrumpidos con Blanco nocturno, en 2010, y una estela de premios. Su última novela fue El camino de Ida, en 2013.
Antes de Respiración Artificial, escribió cuentos y ensayos sobre escritores, el arte de escribir, la crítica literaria y la edición. “¿Cómo se convierte alguien en escritor -o es convertido en escritor-? No es una vocación, a quién se le ocurre, no es una decisión tampoco, se parece más bien a una manía, un hábito, una adicción…“, se lee en Años de formación (2015), el primer volumen de los tres que integran Los diarios de Emilio Renzi, obra total en la que concretó la fantasía de publicar el diario privado que escribía desde la adolescencia como si fuera de otro.
“Yo he hecho todas las cosas que hacen los escritores en Buenos Aires para sobrevivir. Trabajé en periodismo, fui editor, escribí guiones, di clases… Todo lo que permitía mantener cierto tipo de autonomía. Y eso ha sido una de las condiciones básicas de lo que podríamos llamar la construcción de cierta voz“, decía en 2010.
“He intentado no repetirme“, se explicaba cuando le señalaban que sus libros eran todos diferentes. Tras la aparición de su Antología personal en noviembre de 2014 y sus ciclos de clases en la Televisión Pública sobre la novela argentina (2013) y sobre Borges (2014), adaptó para esa emisora Los siete locos y Los lanzallamas, de Arlt, dos novelas convertidas en una miniserie de 30 capítulos dirigida por Fernando Spiner y Ana Piterbarg.
Piglia solía recordar el comienzo de Moby Dick, el clásico de Meville -Ismael se embarca en un ballenero, se lanza a la experiencia pura como forma de disipar la melancolía- y lo relacionaba con sus propias búsquedas. “Siempre me ha interesado mucho en la literatura cómo podemos contar experiencias que estén un poco más allá de la experiencia media. No es que eso haga mejores las novelas. Sino que a mí me interesa ver dónde están los barcos balleneros de una época.”
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