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La política comercial del Gobierno ha adolecido de sentido común

Andrés Briones
Universidad Casa Grande
miércoles, enero 4, 2017
La política comercial de Ecuador ha sido altamente restrictiva, sin capacidad para internacionalizarse o expandirse a más mercados. Ha sido una política comercial basada en las salvaguardias, en el aumento de aranceles, en el establecimiento de cupos que, a la final, restaron capacidad al sector productivo para mejorar su estructura de costos y así ofrecer […]
Tiempo de lectura: 3 minutos

La política comercial de Ecuador ha sido altamente restrictiva, sin capacidad para internacionalizarse o expandirse a más mercados. Ha sido una política comercial basada en las salvaguardias, en el aumento de aranceles, en el establecimiento de cupos que, a la final, restaron capacidad al sector productivo para mejorar su estructura de costos y así ofrecer precios más competitivos en los mercados internacionales.

Las salvaguardias, por ejemplo, encarecieron la importación de materias primas, bienes intermedios, bienes de capital, y eso tiene un efecto nocivo en toda la estructura de costos de cualquier empresa. Eso hace imposible que los productos ecuatorianos puedan entrar con precios competitivos en países como Colombia, Perú o mercados como el europeo, el ruso o el de Estados Unidos. La política comercial del Ecuador, lastimosamente, ha provocado un aumento de costos en el sector empresarial.

El sector exportador ecuatoriano, definitivamente, no ha ganado, el que ha ganado ha sido el sector denominado por este Gobierno como estratégico; es decir, el sector de ensamblajes que se vio altamente protegido por el aumento de los aranceles: ensamblaje de celulares, televisores. (…) Por esta política de restricciones este sector tuvo una ventaja única, sin competencia internacional, con un mercado local cautivo.

El Gobierno, en definitiva, no ha dado señales de ninguna política comercial clara de expansión, de apertura de mercados que permitiese al sector empresarial aumentar sus ventas y diversificar los destinos.

Ha sido una política comercial que ni siquiera ha cumplido su objetivo de proteger el empleo porque las tasas de desempleo son iguales a las que se registraban en el país hace nueve años.

El proteccionismo, es claro, no genera competitividad. El proteccionismo, genera industrias ineficientes, rentistas, que dependen de la política pública para mantenerse protegidas, sin ningún espíritu para salir a competir con productos o bienes en otros mercados.

El proteccionismo crea una alta dependencia entre la empresa protegida y los Gobiernos de turno. Y eso implica más subsidios, mayores restricciones, cuando en la práctica de los mercados globales la corriente va hacia la liberalización, hacia la apertura, hacia la competencia, hacia generar ventajas competitivas que nos permitan incorporarnos en los clusters o en cadenas productivas a nivel global.

La política comercial de este Gobierno ni siquiera fue el detonante para llevar al cierre del acuerdo multipartes con la Unión Europea. Ahí jugó un rol fundamental el sector exportador, presionado por el sector privado que le hizo ver al Gobierno lo catastrófico que habría sido para las exportaciones de flores, banano, camarón, conservas de atún, (….) quedarnos fueron de un acuerdo con los europeos.

Estos productos ya se habían visto afectados durante los últimos tres años por la oferta colombiana y peruana favorecida por un acuerdo comercial con el bloque comunitario. La realidad hizo reaccionar a este Gobierno más que su deseo de apoyar al sector exportador.

Una prueba de ello es que Ecuador ha descuidado el mercado norteamericano, el mercado asiático, el mercado centroamericano. (…) El tejido comercial del país es muy pobre; se limita a acuerdos comerciales de carácter recíproco en América Latina. Más allá de eso no existen acuerdos que ayuden a los productos ecuatorianos a entrar en nuevos mercados sin ningún tipo de restricción arancelaria.

La política comercial del Gobierno ha adolecido de sentido común y se ha orientado más con un sesgo ideológico que ha entorpecido cualquier crecimiento y fortalecimiento del sector exportador.

El sistema de comercio global se basa en un pragmatismo al 100% y está demostrado que el aumento de los flujos de comercio, tanto de las exportaciones como de las importaciones, siempre va atado a todos los programas de liberalización que hagan los gobiernos.

Así que todo depende del Gobierno de turno. Si este tiene una visión bastante sesgada, basada en lo ideológico, va ser muy difícil que el pragmatismo o el sentido común sea lo que prime. Aquellos gobiernos que se queden fuera o no se preocupen por liberalizar sus economías lastimosamente van a tener resultados pésimos en términos de balanza comercial.

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