Un millón de hostias es el documental que cuenta la historia de 13 monjas de clausura que desde La Habana preparan las obleas para las 30 parroquias de Cuba que celebran misa. El director y coguionista, David Moncasi, dijo a El País que se encontró con esa historia en 2010 mientras paseaba por el barrio cubano de El Vedado.
Así que pidió permiso a las religiosas para romper su retiro con una cámara, pero ellas necesitaban “una señal” para abrir las puertas del convento de San José y Santa Teresa al resto del mundo. Esa señal llegó cuatro años más tarde, cuando Moncasi volvió a la isla, esta vez con su familia, y cree saber qué inclinó la balanza a su favor, Bruno, su hijo.
Al volver a España, la familia tenía el “sí” de las Carmelitas Descalzas de Cuba. La idea inicial de Moncasi era retratar la vida a lo largo y ancho de la isla siguiendo el recorrido de las obleas, y llegando hasta la parroquia más alejada de La Habana, la de Baracoa. “Quería una especie de Guantanamera, pero en lugar de con coche fúnebre, con hostias”, ha explicado Moncasi a El País.
Moncasi trabajó junto a su pareja, la periodista Ana Barcos. Mientras la pareja trataba de encontrar financiación, la actualidad no les daba tregua: los anuncios del restablecimiento de relaciones con Estados Unidos y la visita del Papa les apremiaron. Filmaron, con una sola cámara, las vidas de 18 personas en unas tres semanas en total.
En el documental están las historias como la de María Antonia, que cobra 17 CUC (16 euros) al mes por limpiar la iglesia de San Judas, donde recibe las hostias de La Habana para llevarlas a los enfermos que no pueden desplazarse. Teresa María, la monja más longeva del convento de La Habana, que ha pasado 69 de sus 90 años en clausura. Cruzó las puertas del convento 14 años antes del estallido de la Revolución Cubana y no ha visto las calles de la isla desde entonces. Sabe quién es Barack Obama porque “algo” les llega de afuera, pero la religiosa asegura que tampoco presta mucha atención a lo que escapa de esas cuatro paredes.
Por la visita del Papa salieron solo ocho de las 13 hermanas, las de menor edad. Entre ellas Liset, que con 41 años es la más joven. Su historia, o mejor dicho la de su madre, Yara, es la que más impactó a Moncasi. “Esa madre, que solo tiene una hija tras haber sufrido varios abortos y que la ha educado según los principios del régimen (apartada de la moral católica), tiene que asumir que no la va a poder tocar nunca más”.
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