Hay mucha expectativa acerca del impacto del flamante acuerdo entre el Ecuador y la Unión Europea (UE) y cómo serán afectados diversos sectores del país. Por ahora está claro que los efectos en un plazo más corto serán para los sectores exportadores e importadores ecuatorianos; los mismos que se irán plasmando paulatinamente de acuerdo a los términos de la negociación.
El acuerdo comercial con la UE tiene múltiples precisiones sobre los grados de liberalización del comercio y los plazos para el cumplimiento de las etapas. En el ámbito educación se indica explícitamente que el Ecuador mantendrá su soberanía sobre los procesos educativos. En cuanto a inversión extranjera y educación la Ley ecuatoriana dice que no pueden existir universidades extranjeras funcionando en el Ecuador, salvo que existan convenios específicos para este fin. Por lo tanto, el acuerdo comercial no hace mención directa al sector de la educación superior. Aunque no deja de presentar ventajas marginales en la movilidad de estudiantes y profesores en programas de intercambio o proyectos específicos que deberían ser negociados al margen del acuerdo comercial.
Por lo tanto, el acuerdo tendrá una incidencia indirecta puesto que el papel de la academia se enfoca, por un lado en la preparación de la mano de obra calificada que contribuirá al logro de los objetivos nacionales y por otra parte a la generación de nuevo conocimiento que será un insumo para el desarrollo de las industrias locales. En este contexto, la contribución de la universidad es la formación de capital humano que permita aprovechar las oportunidades que generará el acuerdo, así como enfrentar los desafíos que se desprendan el mismo.
Surge entonces la pregunta: ¿Cómo están cumpliendo las Universidades con su deber de aportar al sector productivo con capital humano que puede satisfacer sus necesidades? En este sentido, los desafíos para las universidades se presentarán en dos grandes categorías: a) la formación de capital humano que contribuya a que las empresas locales puedan asumir los desafíos y aprovechar las oportunidades que presentan las nuevas aperturas comerciales, y b) la contribución directa a la generación de nuevos conocimientos y tecnologías que puedan aplicarse en las industrias locales.
Al respecto del primer punto, el proceso de Reforma de la Educación Superior que inició con el Mandato Constituyente 14, que ordenaba una evaluación integral del sistema de educación superior puso en evidencia muchas de las falencias y deudas pendientes del sistema; iniciándose un tortuoso proceso de cambios y adaptaciones que está lejos de ser concluido. Como parte integral de este proceso, las universidades del país están obligadas a reformular toda su oferta académica, para lograr una formación pertinente con los objetivos nacionales. Sin entrar en detalles, podemos decir que el proceso está en marcha, y si todos los actores cumplen de manera responsable se logrará una oferta académica renovada. ¿Servirá esta reforma para mejorar la competitividad del Ecuador en los mercados internacionales? Es muy pronto para entregar una respuesta categórica.
Sin entrar en detalles sobre la puesta en operación de estas estrategias, las mismas parecerían adecuadas para dar un giro a la formación profesional en el país. Sin embargo hay asuntos que siguen pendientes. Por un lado está la necesidad de mano de obra técnica, cuya formación debería estar a cargo de Institutos Tecnológicos. Los mismos que, de acuerdo a cifras oficiales tenían 65.000 inscritos en 2015; frente a 736.000 inscritos en las universidades. Esto implica que por cada técnico que se forma en Ecuador, hay 11 universitarios. Sin embargo, en países europeos como Alemania esa proporción es prácticamente de uno a uno. Es decir, las economías desarrolladas de Europa con las que el Ecuador entrará a competir tienen una distribución de su población que favorece los estudios técnicos como base de su proceso de industrialización.
El segundo punto está relacionado con la contribución de las universidades para la generación de nuevos conocimientos científicos que permitan el desarrollo de nuevas tecnologías locales y la implementación de empresas tecnológicas de punta en el Ecuador. Al respecto, el Estado ha generado varias estrategias: la edificación de una universidad emblemática, Yachay; una presión vía indicadores de calidad en los procesos de acreditación a cargo del CEAACES, la disponibilidad de fondos públicos concursables para proyectos de investigación a cargo de la SENESCYT, además de un importante programa de becas para la formación de investigadores en prestigiosas universidades del mundo.
En el caso ecuatoriano, fruto de las exigencias impuestas a las universidades por los procesos de acreditación, el número de publicaciones indexadas (aquellas que son reconocidas en el ámbito académico como científicas) ha aumentado de 161 en el año 2006, a 925 en el 2015 a nivel nacional. Si bien es cierto hay un aumento numérico importante, el impacto de esta producción científica en la capacidad de innovación de las industrias ecuatorianas no es visible todavía.
Los procesos de educación son procesos largos que pueden tomar generaciones en tener un impacto visible en las sociedades. Los estudiantes que ingresarán a las aulas universitarias en 2017 con los programas renovados, se integrarán profesionalmente al mercado laboral a partir del 2022 y seguramente alcanzarán la cima de su productividad económica en el año 2032. Por lo tanto, los efectos de la reforma educativa no se verán en los primeros años de implementación del acuerdo comercial.
Si bien es cierto que la educación es un elemento muy importante en el desarrollo económico, es también cierto que las poblaciones educadas requieren de un entorno económico, social y político para desarrollarse. Si las condiciones de los potenciales empleadores no son consistentes con los niveles de esfuerzo y preparación que asuman los nuevos profesionales; en un entorno globalizado es muy probable que muchos de ellos (generalmente los más capaces, intrépidos y emprendedores) opten por migrar a sociedades que ofrezcan mayores oportunidades de desarrollo.
Por lo tanto, debemos concluir que el impacto del acuerdo comercial con Europa y las tendencias globales que apuntan a la liberalización de las fronteras son oportunidades valiosas que sólo podrán ser aprovechadas si convergen una serie de estrategias, tanto en la educación, como en lo económico, legal y político que permitan a las nuevas generaciones prosperar en su país.
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