Donald Trump ya es el nuevo presidente de los Estados Unidos tras sus victorias en los estados de Florida, Carolina del Norte, Wisconsin y Ohio, donde ha arrasado. Ha sumado más de los 270 delegados necesarios para conseguir hacerse con las llaves de la Casa Blanca, frente a los 218 de Hillary Clinton.
Varios estados han cumplido los pronósticos y han tenido un vencedor esperado. Es el caso de Wyoming, Utah, Nebraska o Texas, donde el magnate ha arrasado como los analistas había adelantado. En cambio, otros estados de la costa este han caído del lado de Hillary Clinton por goleada: Nueva York, Massachusetts o Vermont.
Trump se ha llevado de calle el voto rural y Hillary el de los grandes núcleos urbanos. “Hillary Clinton ha hecho un trabajo increíble y todavía no está terminado, hablaremos mañana, ahora vayan todos a dormir”. Eso es lo que al filo de las 02:15 aseguraba John Podesta, el jefe de la campaña electoral democrática, hablando ante los cientos de personas que se concentraban en el cuartel general de Hillary en Nueva York.
Clinton ha llamado a Trump para reconocer su derrota. Sin embargo la decisión de la aspirante republicana de guardar por ahora silencio ya está suscitando críticas, porque rompe con la tradición estadounidense según la cual el candidato que pierde las elecciones (y a estas alturas parece clarísimo que será Hillary) reconoce públicamente al concluir el recuento de votos su derrota y la victoria de su contrincante.
Algunos analistas de hecho consideran que se trata de una falta de respeto hacia la democracia y hacia los millones de estadounidenses que han votado por Trump.
Los resultados de Trump parecen confirmar su propia teoría de “la mayoría silenciosa”, según la cual en Estados Unidos había una marea de personas que le apoyaba pero que se avergonzaba en los sondeos de confesar su respaldo al candidato republicano.
Algo similar a lo ocurrido en el referéndum del Brexit en Gran Bretaña o en el del proceso de paz Colombia, donde las encuestas fracasaron estrepitosamente al tratar de predecir lo que ocurriría. Y también han patinado en Estados Unidos, donde los últimos sondeos daban una victoria bastante holgada (de unos 3 puntos) a Hillary Clinton que sin embargo no se han cumplido.
El candidato se ha alzado con la victoria en Florida con un 49,2% frente a al 47,7% de Hillary Clinton. Trump se ha anotado los 29 delegados que concede este estado. A pesar de que en Florida se encuentra la más importante comunidad latina de Estados Unidos, y a pesar de que los improperios racistas que el millonario ha soltado durante esta campaña electoral, el candidato republicano ha conseguido vencer en este estado clave.
Tan clave que en los últimos días varios asesores de Hillary Clinton daban por sentado que si esta ganaba en Florida se convertiría en la 45 presidente de los Estados Unidos de América. Florida ya fue un estado decisivo en el año 2000, cuando George W. Bush le ganó la carrera a presidente a Al Gore en Florida, por una diferencia de tan sólo 537 votos.
Y en las elecciones de 2012, Barack Obama le quitó de entre las manos Florida a Mitt Romney por menos del 1% de los votos, unas 74.000 papeletas.
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