Después de los resultados del plebiscito en Colombia, las autoridades han llamado a un diálogo nacional, esto implica sentarse nuevamente en la mesa de negociación y ampliar el alcance del acuerdo.
Es necesario considerar que el pasado domingo hubo un poco más del 60% de ausentismo. Entonces, no se puede decir que Colombia decidió. Está claro, que lo que se pone en duda es la legitimidad del acuerdo tanto por parte del SÍ como del NO. Si bien ganó el NO se debe rescatar los votos del SÍ. Es decir, con el NO no es que hay borrón y cuenta nueva. La diferencia entre los votos alcanzados por una parte y la otra es mínima y evidentemente la gente que vota por el SÍ no puede ser anulada por completo; lo que se ve es que hay una intención de paz.
De igual manera, poner atención a los intereses que puedan existir en ciertos grupos de poder en materia de redes clientelares y de corrupción, porque el tema de las guerrillas y de paramilitares ha generado esas redes no solo en ámbitos urbanos, sino también en rurales.
Los votos por el NO se basan en un manejo de la justicia y penas, pues alegan que tiene que existir castigo a las acciones y crímenes efectuados por las FARC. Y esto debe darse, pero no sólo; la justicia de igual manera deber servir como herramienta restaurativa, constructiva. Tomando en cuenta la violencia como directa, estructural y cultural.
Para ello, se debe validar tanto los votos del SÍ como los del NO para dar esa legitimidad a la paz y romper con el círculo violento en Colombia, tal como se afirma en sinnúmero de estudios de paz. Esto es, justicia, información, inclusión con el único objetivo de alcanzar una paz positiva.
En redes sociales hay comentarios como: “los que estamos a favor del SÍ, le vamos a decir SÍ al NO”, …“que haya ganado el NO no significa que ganó la guerra”. Queda en evidencia la intención de sentarse a dialogar a lo largo y ancho de Colombia. Es un momento histórico, una oportunidad que tiene nuestro vecino para sentar a todas las fuerzas políticas; sociedad civil, zonas afectadas y víctimas para dejar atrás una cultura de terror presente por más de cincuenta años. Buscar el bien colectivo por sobre intereses particulares.
Ahora bien, cuando se trabaja en un acuerdo de paz es importante hablar sobre los tangibles, pero al mismo tiempo los intangibles están presentes. En el acuerdo de paz el número de tropas pertenecientes a las FARC (cerca de 6000 miembros) es un tangible. Los intangibles, por otro lado, son aquellas posiciones vinculadas a emociones y percepciones como el miedo, el resentimiento, etc. Ambos válidos en un proceso de paz y ambos deben ser resueltos. Es un proceso que parecía estar por finalizar y que ahora al ser llamados nuevamente a la mesa de negociación generar un espacio de incertidumbre en tiempos, posturas políticas, intereses económicos, entre otros.
No significa que todo está perdido, el camino para buscar la paz está trazado y hay una voluntad histórica por alcanzarla. Oportunidad de igual manera de poner a prueba la institucionalidad en Colombia tanto al interior de la democracia como de la justicia pues deberán evaluar penas, transparencia en la información económica que presente las FARC, grupos de poder y vinculados a dichas redes, y restauración de los derechos afectados de las víctimas.
Colombia, sin lugar a dudas, se enfrenta a un reto histórico que estoy seguro no sólo cambiará la vida al interior del país sino que influenciará en Latinoamérica de manera positiva.
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