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Colombia, el futuro conflicto

Antonio Aguirre Fuentes (+)
Universidad Católica de Santiago de Guayaquil
martes, septiembre 27, 2016
La firma de la paz, como se la llama, es el principio de otro conflicto. El proyecto de las FARC es convertirse en un partido. Prometen jugarse en el terreno de las elecciones lo que no pudieron obtener como guerrilla.  Los fines utópicos de izquierda no se modifican, cambian los medios. La izquierda, o sea […]
Tiempo de lectura: 2 minutos

La firma de la paz, como se la llama, es el principio de otro conflicto. El proyecto de las FARC es convertirse en un partido. Prometen jugarse en el terreno de las elecciones lo que no pudieron obtener como guerrilla.  Los fines utópicos de izquierda no se modifican, cambian los medios.

La izquierda, o sea la fórmula socialista, cree tener la respuesta definitiva e indudable a las miserias del mundo que hace derivar de la producción capitalista. Su visión es que la historia progresa hacia una sociedad sin contradicciones ni desigualdades. Pero lo que vemos en el camino es la guerra  y sus pasiones: odio, envidia, venganza, ambición. Pasiones que no terminan nunca.

La guerra en Colombia articuló confrontaciones históricas que se sucedieron a partir de la Segunda Guerra Mundial. La “lucha de clases”  se acrecentó con la Guerra Fría, con el choque de las potencias mundiales.  Estados Unidos y la URSS, y luego China, convirtieron a Colombia en un campo de batalla para sus planes de dominio. Las élites políticas locales se alineaban en este contexto. El pueblo- como decía el Cardenal de Retz citado por Lacan- pagaba los destrozos… con sangre. Cuando la URSS salió de este juego siniestro, Cuba, su plataforma, cambió de estrategia. Vino el Foro de Sao Paulo. Es la historia reciente.

  

Las FARC, convertidas en partido,  uno adiestrado en la guerra, tratará en principio de proyectarse con las ofertas populistas del socialismo del siglo XXI. Pero no con las lecciones de Brasil y Argentina, que son de un contenido más civilista, aun si tienen la nostalgia tétrica de sus guerrillas urbanas de los 60s y los 70s. La afinidad de las FARC será con el militarismo chavista y el sandinismo de Ortega, y su base externa de operaciones seguirá siendo la Cuba castrista.

Una burocracia canallesca, maquiavélica y experimentada, formaría el núcleo del nuevo partido. Una congregación de jóvenes, intelectuales,  artistas y profesores les daría la envoltura propicia para la “agitación y propaganda”.¿ Los guerrilleros se transformarán en milicianos y colectivos de choque ? ¿o se integrarán a la vida civil como simples trabajadores y ciudadanos? En esto tenemos mucho por saber. ¿Qué precio habrá que pagar por la impunidad para el crimen?

Ecuador se enfila en este dominó. El populismo izquierdista ecuatoriano (hoy no hay otro)  sueña con la solidaridad y apoyo de los compañeros colombianos, con sumar el “savoir faire” de la guerrilla- muy lejos de los picnics de garrotes y patadas en un parque-. Están convencidos de  hacer cualquier cosa para su causa. Los chavistas lo dicen sin ningún remilgo. No hay “fair play” democrático electoral, no hay división de poderes, ni libertad de prensa o asociación, no hay tribunales imparciales ni leyes que se respeten. Parafraseando a Trotski, ¿a dónde va Colombia?. Y, con los amigos colombianos, ¿a dónde vamos nosotros en Ecuador?

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