La madre de El Chapo ha abandonado La Tuna tras la incursión armada que tomó el sábado pasado el pueblo natal del narcotraficante Joaquín Guzmán Loera. La anciana fue recogida por los servicios de seguridad de cártel de Sinaloa y llevada en avioneta a un destino seguro. Su salida del santuario narco, más que una huida, es el símbolo de un ocaso: el principio del fin del poder de Joaquín Guzmán Loera, destaca diario El País.
Durante décadas, incluso en los días más negros de la guerra de cárteles, fue impensable un ataque al pueblo que vio a crecer al mayor narcotraficante del planeta y mucho menos a su propia madre, dice El País. Pero ahora, encarcelado y a punto de ser extraditado a Estados Unidos, la señal ha quedado clara. Se han roto los códigos. Su feudo es objeto de disputa. Y no hay límites.
El ataque fue perpetrado por 150 hombres armados. Todo un ejército para un pueblo que no alcanza el centenar de habitantes. Llegaron a plena luz del día, se dividieron y un comando de seis efectivos, con fusiles de asalto, irrumpió en la mansión de Consuelo Loera. Sabían que ese día el jefe zonal del cártel, Aureliano Guzmán Loera, El Guano, se había ausentado y que la mujer no contaba con protección. Una vez en la casa, exigieron las llaves de todos los vehículos (dos coches y tres motocicletas) y se los llevaron. A ella no la tocaron. Pero la advertencia había sido lanzada. Y por si alguien albergaba alguna duda, los agresores quemaron casas, balearon coches y no dudaron en matar a al menos tres vecinos.
La autoría de la incursión aún sigue siendo un misterio. Los medios locales apuntan al cártel de los hermanos Beltrán Leyva. Una organización criminal que mantuvo una larga y cruenta guerra contra El Chapo. Contratados en su día como su brazo armado, rompieron en 2008 con Guzmán Loera, al sentirse traicionados por la detención de un hermano, Alfredo, El Mochomo. La venganza abrió la puerta a un vendaval de crímenes que meses después se llevó por delante a uno de los hijos de El Chapo, Edgar, acribillado por 15 sicarios en un centro comercial de Sinaloa.
La vorágine duró años hasta que el surgimiento de nuevos enemigos, el brutal combate emprendido por el Estado mexicano contra el narco y la muerte a tiros en diciembre de 2009 de Arturo Beltrán Leyva, El Jefe de Jefes, debilitaron a la organización y la convirtieron en una sombra de su pasado. Pero el rencor nunca desapareció. El pulso se ha mantenido a lo largo del tiempo y ahora es precisamente el hijo de El Mochomo, el narco cuya captura desató la guerra entre ambos cárteles, quien lidera parte de las huestes del cártel de los Beltrán Leyva y quien supuestamente ordenó el ataque al territorio sagrado de El Chapo. (I)
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