En caso de ser positiva la respuesta de los ciudadanos británicos de salir del bloque económico y político de la Unión Europea (UE), lo que pasaría, entre otras cosas, es que Gran Bretaña ganaría autonomía política y económica. En ambas esferas tendría mayor libertad sobre sus decisiones: en lo político, por ejemplo, podría establecer sus propios parámetros sobre quién puede ingresar al Reino Unido o no, o a quién acoger bajo el sistema británico laboral o de seguridad social. En lo económico, podría decidir con quién establecer relaciones comerciales, y –tal vez más importante- negociar sus propios términos sin tener que atenerse a las regulaciones dictadas desde Bruselas.
Esto tiene facetas positivas y negativas. Si los ciudadanos británicos deciden salirse de este bloque económico, se detendría el flujo libre de mercancías y personas que la UE permite. Esto afectaría tremendamente al comercio británico, teniendo en cuenta que cerca del 45% de las exportaciones del Reino Unido son a países de la Unión Europea. Por otro lado, tendría mayor libertad de llegar a acuerdos comerciales negociando sus propias reglas con otras naciones no pertenecientes a la UE como China, Estados Unidos, India, Canadá, Australia o Nueva Zelanda (países con los que ha descuidado sus relaciones por estar más concentrados en negocios con países que pertenecen a la Unión Europea).
Thank you everyone who voted to keep Britain stronger, safer & better off in Europe – and thousands of @StrongerIn campaigners around the UK
— David Cameron (@David_Cameron) June 23, 2016
El conflicto sobre la pertenencia o no de Gran Bretaña a la Unión Europea no es reciente. Entró en 1973 y en 1975 ya se realizó un primer referéndum al respecto, en el que el 67% de la población eligió permanecer en la UE. Desde entonces no se ha vuelto a preguntar a la ciudadanía sobre el tema, a pesar de los crecientes llamados de voces importantes del Partido Conservador y del UKIP (United Kingdom Independence Party) para hacerlo. Los argumentos, básicamente, son que la Unión Europea ha cambiado mucho desde 1975, ganando mayor control sobre la vida diaria de los ciudadanos británicos. Por estas razones, el Primer Ministro David Cameron, entre sus propuestas de campaña para ser reelecto en las elecciones generales del 2015, ofreció sostener el referéndum para que los británicos pudiesen expresar su voluntad al respecto. Y ahora está cumpliendo con su oferta de campaña.
En términos de quién está a favor de abandonar la UE, las encuestas nos dicen que son los ciudadanos más conservadores, los que temen cualquier cambio del status quo. Son los nacionalistas, las personas mayores, los más pobres, que temen que los extranjeros ocupen sus puestos de trabajo. En cambio, las personas con una mejor situación económica y más jóvenes muestran mayor tendencia a querer permanecer dentro de la Unión Europea.
Confluye que después de la propuesta del plebiscito ocurrió una serie de oleadas de migración hacia Gran Bretaña (y Europa en general) de gente proveniente de Siria y otros países del Medio Oriente, que huían de los conflictos de sus estados. Esto sin duda afectará los resultados que se verán en las urnas. Cuando se convocó al referéndum todavía estas oleadas de migración no se habían dado con tanta fuerza y se daba casi por descontado que ganaría la decisión de permanecer en la UE. Ahora hay un empate técnico en los sondeos (aunque las últimas encuestas darían un ligero margen a favor de permanencia).
Por último, hay que recalcar que el asesinato de la parlamentaria británica Jo Cox –tan sólo una semana antes de la fecha del referéndum- pudo cambiar las intenciones de voto en estos últimos días. Ella era una mujer que se había pronunciado fuertemente a favor de permanecer en la UE y fue asesinada por un ultranacionalista que al matarla gritaba epítetos a favor de Gran Bretaña (“Britain First!”). Probablemente la ciudadanía tomó esto como un crimen político porque fue en contra de una persona que hizo campaña a favor de la permanencia británica en la UE, y de esta manera, éste hecho habrá afectado la opinión de los ciudadanos.
Mi pronóstico: creo que los británicos van a decidir permanecer en la Unión Europea (así como los escoceses decidieron no ser un país independiente en el 2014). La pertenencia a una entidad política y económica más grande de cierta manera da seguridad a los individuos, aún si éstos no se identifiquen con ella en su totalidad. Por supuesto no puedo asegurar este resultado, sobre todo con los márgenes tan estrechos que dan los sondeos. Ahora: el sólo hecho de tener un referéndum al respecto en uno de los países más influyentes de la Unión –y que los números sean tan cercanos- va a lograr que las reglas que se impongan desde Bruselas, y que involucran a todo el resto de la UE, se puedan flexibilizar algo más. Mi opinión personal es que se logrará fortalecer las posiciones individuales de los estados para que puedan tener más influencia al negociar decisiones en el seno de la Comunidad Europea.
El BREXIT, cualquiera que sea su resultado, ya ha puesto en alerta a la Comunidad Europea. Hay muy pocos países que pueden estar mejor fuera de la UE que dentro, en términos económicos y políticos. Quizá Gran Bretaña sea uno de los pocos que pueden darse el lujo de abandonar la UE, pero hay muchos otros países que no lo pueden hacer. Las cifras de quienes no quieren pertenecer a la UE ya son una alerta por sí solos. Así mismo, a la Unión Europea no le conviene que ninguno de sus países abandone el bloque. Como dice el dicho: “la unión hace la fuerza”. En Bruselas ya saben bien que hay cosas por corregir, y que las normativas que rigen hoy deberán ser repensadas con mucho cuidado.
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Correa y su soquete concepción de soberanía es el responsable de que Ecuador no tenga un TLC con Europa pese a que, cuando se dio cuenta de la burrada y logró un proyecto SIMILAR al peruano y colombiano, ya era demasiado tarde. Ojalá entremos por la tranquera con esta copia de acuerdo al más puro estilo del Rincón del Vago