Hace algunos años, cuando se hablaba de un paro, el país entendía que era un movimiento de gran peso político, un intento por cambiar el rumbo de un gobierno, lamentablemente hoy, la realidad es otra y lo único que termina cayendo no son los poderosos, sino la producción del pequeño agricultor, los animales que se enferman, la leche que se bota, los huevos que no se recogen, los cerdos que no se alimentan, los cultivos que se pierden y la esperanza de familias campesinas que dependen del trabajo diario para sobrevivir.
En el campo no hay descansos ni feriados. Aquí, las vacas deben ser ordeñadas todos los días, los cerdos necesitan alimento constante, las gallinas requieren cuidados y los cultivos demandan atención continua. Y es que la tierra no espera, no entiende de sábados ni domingos, y quien la trabaja sabe que cualquier abandono se paga caro.
Cuando los paros y movilizaciones llaman a salir, son las mujeres quienes muchas veces cargan con el peso extra, llevando guaguas a la espalda, recorriendo caminos y asumiendo tareas que no les corresponden, mientras dejan de atender el trabajo diario, los niños quedan solos o con responsabilidades demasiado grandes, y toda la producción se detiene, acumulando pérdidas que nadie devuelve.
El sacrificio campesino frente a la manipulación política
Nuestros campesinos son, muchas veces, la voz de quienes no queremos enfrentarnos, de quienes criticamos desde la comodidad de nuestros hogares y rara vez valoramos el esfuerzo diario de estos hombres y mujeres, que son quienes cargan con el sacrificio, asumen la responsabilidad y enfrentan las consecuencias mientras otros miran desde lejos.
No es invento que hemos visto cómo recorren largas caminatas enfrentando horas de sol, fuetes lluvias y frío intenso, soportando el cansancio y las dificultades del camino solo para cumplir con órdenes que no son suyas, mientras su trabajo diario se descuida y la tierra paga la factura de errores que no cometieron. Ojalá pudiéramos ayudar a que la gente no se deje manipular y comprenda que no deben permitir que unos pocos decidan por todos y lucren con lo que les pertenece a quienes trabajan la tierra.
En mis labores comunitarias he sido testigo de cómo los dirigentes, desde arriba, dividen, imponen decisiones y se aprovechan de la necesidad del pueblo. He visto que, en muchas organizaciones indígenas, quienes no participan de los paros son luego destituidos o sancionados, obligados a actuar en contra de su voluntad y, al regresar, solo enfrentan pérdidas sin recibir nada que compense su esfuerzo. Mientras tanto, los dirigentes siguen firmando acuerdos que los benefician personalmente, sin que esos resultados lleguen a quienes realmente producen. Obviamente, esta manipulación es descarada e injusta, y demuestra cómo el sacrificio de los campesinos se convierte en provecho exclusivo de unos pocos.
Cuando la voz de la tierra vale más que los gritos del poder
La voz del campesino debe escucharse por encima de cualquier grito de dirigente porque son ellos quienes sostienen la vida en nuestro país. Su voz debería guiar las decisiones y no la de quienes lucran con su esfuerzo, imponen su poder y dividen al pueblo para beneficiarse a costa nuestra. Considero que solo la unidad, la conciencia y la defensa de esta labor diaria pueden garantizar que nadie más manipule su trabajo y sacrificio.
Que Dios guarde a nuestro Ecuador y nos recuerde valorar a los hombres y mujeres del campo, a quienes, con sus manos, su esfuerzo y su sacrificio mantienen la vida de todos y que nunca más permitamos que unos pocos manipulen al pueblo porque nuestra fuerza está en el trabajo, en la unidad y en la dignidad de quienes labran la tierra.
“La injusticia en cualquier lugar es una amenaza para la justicia en todas partes”. Martin Luther King
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