Después de casi 20 años de acuerdos, Venezuela inauguró en Maracay la primera fábrica de fusiles Kaláshnikov del continente americano. La planta producirá el modelo AK-103, considerado por muchos analistas militares como uno de los más confiables del mundo. La instalación fue desarrollada con tecnología rusa y tendrá capacidad para fabricar municiones y rifles a gran escala, lo que marca un hito en la cooperación militar entre Caracas y Moscú.
Durante la ceremonia, Maduro agradeció a Vladimir Putin por su “solidaridad estratégica” y afirmó que Venezuela ahora está “militarmente preparada para defender su soberanía ante cualquier agresión imperialista”. Representantes de Irán y Nicaragua estuvieron presentes en el evento, lo que refuerza el eje geopolítico antiestadounidense que el chavismo promueve.
La OTAN y el Departamento de Estado han expresado preocupación por el desarrollo de esta fábrica, al considerarla una amenaza para la estabilidad del hemisferio. Expertos en seguridad advierten que este armamento podría terminar en manos de grupos irregulares en América Latina.
Relevancia para Ecuador: La expansión del eje militar Venezuela-Rusia representa una amenaza regional. Grupos armados ilegales vinculados al narcotráfico podrían obtener armamento sofisticado. Además, este tipo de fortalecimiento militar sin transparencia ni control multilateral puede alimentar tensiones en la frontera norte ecuatoriana y afectar los equilibrios de seguridad continental.
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