El terremoto de magnitud 8,4 que sacudió la península de Kamchatka, al este de Rusia, el pasado martes no solo fue un evento devastador a nivel local: se ha convertido en uno de los más poderosos registrados en lo que va del siglo XXI. A pesar de que su epicentro fue profundo (casi 300 km), la onda expansiva se sintió en vastas zonas del Pacífico norte, y provocó daños estructurales, evacuaciones masivas y alertas de tsunami en varias naciones.
Entre los terremotos más intensos del siglo se encuentran el de Sumatra en 2004 (9,1), el de Chile en 2010 (8,8) y el de Japón en 2011 (9,0). El reciente sismo de Kamchatka, aunque menor en número, se ubica en ese nivel de peligrosidad por su ubicación en el Anillo de Fuego, una franja de intensa actividad tectónica que rodea el océano Pacífico y donde también se encuentra Ecuador.
La Oficina de Emergencias de Rusia reportó más de 1.500 viviendas afectadas, deslizamientos en zonas montañosas y daños en infraestructura vial. La alerta de tsunami movilizó a miles de personas hacia zonas altas, aunque las olas finalmente no superaron los 1,5 metros. Sin embargo, el miedo revivió el trauma del tsunami de 1952, originado en la misma zona, que dejó decenas de muertos y una huella profunda en la historia sísmica del país.
Especialistas advierten que eventos de esta magnitud pueden desestabilizar otras placas tectónicas cercanas, y ya se han detectado réplicas importantes en el entorno del Pacífico. Además, se investiga el posible vínculo entre este sismo y la reciente erupción del volcán Kliuchevskói, el más alto de Eurasia.
Relevancia para Ecuador:
Como país ubicado en el Anillo de Fuego, Ecuador enfrenta riesgos comparables. Este evento refuerza la urgencia de mantener activos los sistemas de monitoreo, educación ciudadana y protocolos de evacuación ante posibles tsunamis o megasismos.
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Asdrúbal