Del 5 al 8 de julio de 2015, el Papa Francisco realizó su primera y hasta ahora única visita pastoral a Ecuador, marcando un hito en la historia reciente del país. Fue la segunda vez que un Sumo Pontífice pisaba suelo ecuatoriano —después de Juan Pablo II en 1985— y su presencia movilizó a millones de fieles, organizaciones sociales y medios de comunicación.
El viaje fue parte de una gira por América Latina que incluyó también a Bolivia y Paraguay, y tuvo como objetivo reforzar el diálogo entre la Iglesia y los pueblos latinoamericanos, especialmente en contextos de desigualdad, conflicto social y crisis ambiental.
El Papa llegó primero a Guayaquil, donde ofició una multitudinaria misa en el Parque Samanes, ante más de un millón de personas. En su homilía, destacó la importancia de la familia como “la gran riqueza social que otros modelos tienden a debilitar”. Aprovechó también para referirse a la necesidad de construir una sociedad más justa, centrada en el amor, la solidaridad y el respeto por los más débiles.
En Quito, celebró una eucaristía en el Parque Bicentenario, en la que llamó a la unidad del pueblo ecuatoriano, en medio de un contexto político marcado por manifestaciones ciudadanas y tensiones entre el gobierno y diversos sectores sociales. “No excluyan a los demás, aun cuando piensen distinto. El bien común requiere diálogo”, expresó.
Durante su estadía, Francisco se reunió con el entonces presidente Rafael Correa, con obispos y religiosos, con jóvenes en el Santuario de El Quinche y con representantes de la sociedad civil. En todos los espacios, su discurso se centró en la construcción de un Ecuador más equitativo, donde la fe cristiana se traduzca en acciones concretas por la justicia social y el respeto a la naturaleza.
Fue también un momento clave para reforzar el mensaje de su encíclica Laudato Si’, publicada apenas unas semanas antes, en la que denuncia el daño al planeta causado por el modelo de desarrollo extractivista. Su visita a Ecuador —país megadiverso y con fuerte conflictividad ambiental— sirvió como plataforma para insistir en la necesidad de un cambio de paradigma global.
A casi una década de su paso por el país, la visita del Papa Francisco sigue siendo recordada como un llamado a la reconciliación, al diálogo y al compromiso con los más vulnerables. Su cercanía con la gente, su tono sencillo y directo, y su insistencia en una Iglesia “en salida”, conectaron con millones de ecuatorianos más allá de credos o posturas ideológicas.
En un país que sigue enfrentando desafíos sociales, económicos y éticos, las palabras del Papa en 2015 continúan siendo una brújula moral: “No se olviden de mirar a los ojos a los pobres, de tocar las heridas del que sufre, de caminar con el otro sin prejuicios ni superioridad”.
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