Los ciudadanos de países occidentales despertamos a un mundo que poseía un ordenamiento inédito en la historia de la humanidad. Desde 1945 existen las Naciones Unidas, foro donde los países se reúnen para acordar normas y comportamientos comunes. Se proscribió la guerra de conquista territorial. La ONU manda soldados de países miembros para poner orden en Estados en que ha colapsado el sistema político; hoy, fuerzas de Kenia están en Haití. Los países europeos desmontaron sus imperios, y las colonias se independizaron, entre ellas Indonesia (1945), India (1947), el Congo exbelga (1960), Argelia (1962) y Angola (1975).
Las potencias acordaron reglas para el comercio internacional, el GATT, que dio origen a la OMC; fundaron el Fondo Monetario Internacional para velar que todos los países tuvieran la capacidad de cumplir con el sistema de pagos, y el Banco Mundial para financiar el desarrollo.
Este ordenamiento fue posible porque la Segunda Guerra Mundial dejó devastadas a las grandes potencias, excepto los EE. UU., que pasó a tener hegemonía (ser el hegemón) y lo gobernaban estadistas visionarios. EE. UU. apoyó generosamente la reconstrucción de los países destruidos, incluso los que fueran enemigos (Plan Marshall). La Unión Soviética y los países que ocupó durante la guerra se mantuvieron al margen. Moscú desarrolló armas nucleares, y Washington extendió a sus aliados la protección de su paraguas nuclear.
Los 30 años desde 1945 son el período de mayor crecimiento económico de la historia. Los EE. UU. llevaron la batuta, el comercio internacional se multiplicó y las operaciones se hacían en dólares. Esto se prolongó durante 80 años. Desde la disolución de la Unión Soviética (1991) se sumaron los países excomunistas. En 2001 China se incorporó a la OMC.
Ser el hegemón trae muchas responsabilidades que cuestan, pero asimismo genera grandes beneficios, o al menos así lo han considerado los presidentes y élites de los EE. UU. Hasta la llegada de Donald Trump, quien piensa que los costos superan a los beneficios, y que se debe retornar al mundo de antes, en que cada país velaba exclusivamente por sus intereses sin consideración a otros y regía la ley del más fuerte.
A sus socios europeos de la OTAN así como a Japón y Corea del Sur, Washington les cierra su paraguas nuclear, y los deja desamparados ante Rusia y China, países que poseen armas nucleares y ejércitos poderosos, y con los que mantienen importantes diferencias que podrían degenerar en conflicto armado. La posibilidad de guerras entre países poderosos aumenta, así como la proliferación nuclear, que Washington y Moscú por tanto tiempo buscaron prevenir.
Trump impone en abril 2 aranceles punitivos a todos los países del mundo, y pasa de ser la economía más abierta a la más cerrada. El principal blanco es la China, pero en lugar de profundizar la integración comercial con sus ahora ex aliados de la Unión Europea, Gran Bretaña, Japón y Corea del Sur y así aislar a China, también les aplica aranceles punitivos. Dar marcha atrás a la globalización amenaza con generar una recesión mundial.
Toca a su fin un período de Pax Americana; entramos a otro que se vislumbra más caótico. Las generaciones futuras considerarán al período 1945-2025 como una edad de oro.
Artículo publicado en El Universo, el 13 de abril de 2025
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