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Obsolescencia programada, un enemigo del bolsillo familiar y el medio ambiente

Wilson Araque
Universidad Andina Simón Bolívar
domingo, enero 26, 2025
La educación financiera, sobre la base de los principios de la economía del comportamiento, emerge, nuevamente, como ese medio para que el consumidor sea responsable e inteligente a la hora de escoger productos
Tiempo de lectura: 3 minutos

 

Frente a la obsolescencia programada, lamentablemente, practicada por muchas de las empresas productoras de bienes nacionales e internacionales como una forma de competir en el mercado y, con ella, estimular las ventas para aumentar su rentabilidad financiera; no queda otra opción que, desde el lado de los consumidores, hay que ir generando antídotos protectores para enfrentar esta realidad que, por un lado, afecta al bolsillo familiar y, por otro, también, al clima y a la naturaleza debido a la presión que se genera al mayor uso de materiales, energía y agua que, en triada, cuando hay usos abusivos, influyen -tal como ahora el mundo lo vive en carne propia- en el acrecentamiento del comportamiento negativo del clima natural global.

Surgiendo, ante este escenario, como sugerencia relevante, la puesta en acción de una actitud humana -basada en los principios de la corresponsabilidad- dirigida a la elección responsable que un comprador podría hacer al seleccionar aquellos productos que, por la forma como se fabricaron, no estén contaminados de la mala práctica de la “obsolescencia programada” que obliga a desembolsar más dinero debido a la recompra que se realiza de aquellos productos que tienen una vida útil muy corta y, así, sin importar los efectos negativos al cuidado del planeta, terminan las empresas fabricantes sobre utilizando materias primas, procesos y otros materiales que, a la postre, incrementan la huella de carbono e hídrica que, en conjunto, se convierten en los enemigos principales de la protección de la Tierra que, tal como van las cosas y si no se toman correctivos -todavía a tiempo-, el escenario catastrófico será la desaparición de toda forma de vida, empezando por la humana.

Y, claro, para lograr un resultado eficaz y eficiente con esa elección responsable de productos, el comprador debe hacer una identificación clara de los mecanismos que, generalmente, son usados como medios para intensificar la práctica de la obsolescencia programada. Primero, hay que estar alertas – como ya se señaló-, desde el lado de la fabricación con la oferta de productos que han usado materiales de corta duración y que, por esa práctica, obligan a sustituirlos con la compra de una unidad nueva.

Frente a lo cual, como estrategia de protección del consumidor, es clave fomentar, de forma continua, la búsqueda de información sobre las distintas opciones de productos que se tienen disponibles en el mercado; evitando caer en la tentación de seleccionar aquellos productos de menor precio que, por su calidad baja, puede ser que duren poco y, con ello, se tengan que sustituir de forma continua; cumpliéndose esa frase de los abuelos “lo barato sale caro”. Aquí, también, es recomendable, sobre todo, cuando se trata de productos que tienen componentes especializados buscar la asesoría de técnicos en la materia para, así, lograr una orientación efectiva desde lo técnico que, en última instancia, se verá, también, reflejado en el ahorro de recursos financieros.

El otro mecanismo es el que, a pesar de que los productos están en buen estado, a través de la innovación tecnológica y, por supuesto, acompañada del marketing -en muchos casos, incluso, arrasador de los principios éticos- casi que obligan al consumidor a reemplazar su producto por uno nuevo bajo el pretexto de que el viejo es incompatible con el cambio generado. Lo cual, igual con la asesoría de conocedores de los productos que se busca adquirir, puede ser que no sea necesario y, quizá, con algún arreglo específico se pueda repotenciar el producto que, actualmente, se tiene en funcionamiento. También, con esta práctica se podría generar ahorro de dinero.

En definitiva, como se puede observar, estás prácticas combativas a la obsolescencia programada basadas en la búsqueda de información, el asesoramiento de conocedores de los productos a comprar y, por supuesto, el avance de la ciencia que busca crear productos para hacer el bien a los demás podrían, en conjunto, contribuir a la disminución de la presión al consumo que es inducido por el acortamiento programado de la vida de un producto que, para su fabricación, además de golpear al bolsillo familiar y afectar negativamente al clima y la naturaleza, también, en determinados casos, podrían potenciar el abuso socioeconómico cuando los fabricantes, motivados por ganar y ganar más dinero, caen en la tentación de contratar a niños o a adultos para pagarles menos y, así, explotarles para lograr abaratar los costos de producción.

Por último, de acuerdo a lo reflexionado, la educación financiera, sobre la base de los principios de la economía del comportamiento, emerge, nuevamente, como ese medio para que el consumidor sea responsable e inteligente a la hora de escoger productos que, en lo posible, no estén contaminados por la obsolescencia programada que, como se resaltó, es uno de los enemigos del bolsillo familiar y el medio ambiente natural.

 

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