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Cuando pensamos en la lepra pensamos en tiempos antiguos donde era estigmatizada. Sin embargo, a pesar de que su prevalencia mundial ha disminuido a alrededor de 182.800 casos gracias a la existencia de diferentes medicamentos, aún hay países donde se concentran el 80% de los casos vigentes.
En 2011 se confirmó que un grupo de personas en Estados Unidos había contraído lepra a través de los armadillos, lo que abrió un nuevo campo de estudio para entender cómo estos animales pueden ser reservorios de la bacteria causante y la transmisión de la enfermedad.
Daniel Romero-Álvarez, epidemiólogo y ecólogo de enfermedades infecciosas de la Universidad Internacional SEK (UISEK), lideró un equipo de varias universidades para estudiar una muestra de 48 armadillos de nueve bandas (Dasypus novemcinctus). Entre 2021 y 2022 recolectaron 84 tejidos de armadillos en las tres regiones continentales del Ecuador. Utilizando técnicas de diagnóstico molecular lograron tres resultados importantes:
La presencia de armadillos, como un reservorio de la bacteria, y su importancia cultural como fuente de proteínas en las comunidades rurales impulsó esta investigación. El estudio marca un precedente en la prevención primaria de enfermedades infecciosas detectando a la bacteria causal en los reservorios animales, antes de que cause la enfermedad en seres humanos.
Al igual que con la lepra, investigaciones parecidas pueden realizarse pensando en otros patógenos u enfermedades. “La idea errónea de que es una enfermedad que ya desapareció hace que se estudie poco. Y este es quizá el primer intento de ver si está presente en los armadillos de Ecuador”, señaló Romero-Álvarez al Diario El País. En Ecuador, la lepra no es considerada una amenaza de salud pública, ya que hay menos de un nuevo caso por cada 10.000 habitantes. En 2022, solo se registraron 41 recientes casos de lepra en humanos.
“Lo que queremos lograr es impulsar la prevención primaria de enfermedades infecciosas, estudiándolas en la vida salvaje”, agrega. Estos estudios motivan una mayor vigilancia de enfermedades e intervenciones sanitarias específicas en las áreas identificadas, desarrollando estrategias que aborden la intersección de la salud de la fauna silvestre y la salud humana, contribuyendo en última instancia a la prevención de enfermedades zoonóticas.
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